No hay día que transcurra sin nubarrones para César Duarte Jáquez. Tan lejos y tan cerca, tras la estrepitosa derrota del PRI en Chihuahua y otros estados del país, la expresidenta interina de ese partido, Carolina Monroy, buscó sacudirse la mala imagen y el desprestigio del eje del mal (Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua) y dejarlo solo a su suerte. Enseguida, la PGR interpuso un recurso para revertir las maniobras anticonstitucionales de los caciques de esas tres entidades para imponer a los titulares de las respectivas fiscalías anticorrupción, lo cual rubricó Peña Nieto en un acto oficial con la promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción. Luego, apenas el jueves pasado, en un capítulo insólito, el consejero nacional del PRI, Armando Barajas Ruiz, solicitó la suspensión de los derechos de militancia a los tres gobernadores que la Auditoría Superior de la Federación y otras instancias, como la PGR, tienen en la mira.
Aun cuando los zalameros de Duarte, es decir, el presidente estatal del PRI, Guillermo Dowell, y el jefe de una cosa que debía ser Comunicación Social del Estado, Sergio Belmonte, le siguen lustrando los zapatos y afirman que la solicitud de su correligionario Barajas Ruiz es mera vacilada, lo cierto es que el requerimiento podría tener sus efectos, precisamente porque el nuevo ungido del tricolor, el desconocido pero millonario Enrique Ochoa Reza, tiene el compromiso, así sea superficialmente, de desempolvarse de los gobiernos que dieron al traste en las elecciones del 5 de junio pasado. Y en esta casi frenética ruta hacia una versión boomerang de la salinista frase “ni los veo ni los oigo”, Ochoa Reza tendría que demostrar si pretende –cliché en mano– un “nuevo PRI” con los que por ahora le estorban, o un “viejo PRI” con… ¿los mismos?
El caso es que Duarte ya no ve lo duro, sino lo tupido. Su posición se acerca a la antesala de los tribunales. Está en la mira constante de la ciudadanía y él erróneamente supone que su gira por los medios de la Ciudad de México le van a redituar buena imagen. Se pone de pechito, y si tira un golpe, el mundo (o sea la gente, los medios, las instituciones y hasta su partido) le devuelve dos y hasta tres con demasiada precisión. Todo indica que en este encuentro pugilístico en contra de Duarte no habrá decisión unánime sino una derrota por la vía del cloroformo.
Si alguien pudiera condolerse de su situación (de Duarte) posiblemente sus colaboradores a los que llamó chanates, que es válido cuando hay amistad pero no para exhibirlos al público de forma tan peyorativa.
no pasaba tiempo para de nuevo: «van a caer otros chanates» en días próximos daremos a conocer los nombres y Don Odorico feliz festinaba la manera en que les trataba, baste recordar cuando en uno de sus viajes a China y Japón aseguraba (Odorico) que era pecado hablar de él (Duarte ) en ausencia, hasta este punto la abyección.
Bueno a lo mejor quien realmente estará gustoso será el Sr. Hernández de la Secretaría de Salud, que por cierto pienso sería feliz que lo encerraran, y repito ni se porqué. Saludos Sr. García Chávez y le vamos a extrañar con sus comentarios en Prensa y Televisión.