Es común que en las derrotas electorales la militancia de los partidos, sobre todo en las del círculo rojo, se voltee a ver a sus dirigentes para exigirles, cuando menos, una explicación medianamente lógica de lo acontecido, o quizá algunas palabras que reconforten del descalabro por los resultados desfavorables; y es común, también, que dichos dirigentes, nerviosos porque sus cabezas comienzan desde ese momento a estar en juego, busquen relevos para transferir la papa caliente.

Pues bien, en el PRI de Chihuahua ha ocurrido exactamente así, con la variante de que su líder estatal, Guillermo Dowell, con la poca imaginación que le queda tras la estrategia fallida, sudoroso y mal filósofo, se sacó de la manga la frase que llama a risa: “No impugnaremos; analizaremos la información para buscar la verdad histórica de las elecciones”.

Dowell no se explica, por ejemplo, por qué las encuestadoras que contrató el PRI les estuvieron siempre dorando la píldora con cifras alegres, casi avasallantes, sobre el de su principal adversario. Suponiendo que eso es cierto –a estas alturas ni su militancia le cree al PRI–, la lógica elemental nos indica que el maquillista nunca les dirá que son feos si recibe emolumentos generosos, sin contar con el las artes de la simulación que el mismo PRI, con todo el poder del Estado a su favor, le imprime a este tipo de competencias

Los priístas y sus facinerosos electorales no han podido asimilar la derrota. Andan buscándole la cuadratura al círculo, y algunos de sus analistas siguen aturdidos, quebrándose la cabeza, preguntándose por el tamaño del desastre.

No pertenece al terreno de la magnanimidad hacer leña del árbol caído, pero el PRI no es, no ha sido y no lo será, ningún oponente honesto y es incierto que merezca este tipo de condescendencias

En el recuento de los daños, el que sí se voló la barda fue el diputado Fernando Rodríguez Giner, al declarar que él no es “marca PRI” sino “un priísta genuino, genético”. Luego “revela” la podredumbre interna y propone rompimientos para “sacar a la escoria de nuestro partido”. Con mucha excitación habla invita a una “revolución desde las cenizas” y, “desde los escombros”, acusa que “hay responsables y se tienen que ir”.

Giner. "Escoria del PRI".
Giner. «Escoria del PRI».

Por lo pronto, la única explicación serena es: la ciudadanía se rebeló, salió a votar, castigó al PRI, sancionó a Duarte, y puso en su sufragio una esperanza que, si se me permite, no requiere falso optimismo sino reflexión y compromiso. ¿Por qué perdió el PRI? La respuesta estuvo en la desobediencia de la gente, en la negativa a seguir permitiendo la dignidad mancillada, al desquite contra un gobierno abyecto, abusón y temerario; y eso, al parecer, no aparece en ninguna estadística.