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1. Se acabó el mamarracho de dos años

El mamarracho de la gubernatura de dos años, hecho y desecho por el cacique Duarte, finalmente queda fuera de escena. Y cuando digo escena no afirmo que haya estado realmente en el espacio público como una posibilidad real. Así lo sostuvieron los oponentes desde el principio, pues en esencia se refiere el tema a una de esas banalidades que caracteriza la desatención de la cosa pública en Chihuahua. Empero, deja lecciones: la primera, es la frivolidad con la que se juega con las instituciones, que se mostraron débiles y, además, titiriteras.

Empecemos por el Congreso del Estado: ahí la propuesta de Duarte y de la mayoría priísta se le endilgó a Hortensia Aragón y por poco el asunto hace llegar la sangre al río. Hubo pronunciamientos como el de Rodrigo de la Rosa, que casi se corta las venas por la reforma, a la vez que exhibió la ausencia de conocimientos de Derecho constitucional de carácter elemental, como pretender cambiar un transitorio y pretender también que nadie iba a comparar eso con una reforma constitucional. Los parlamentarios del PRI y de la izquierda amaestrada, fungieron como la dócil servidumbre del palacio de gobierno y creyeron que la Constitución es plastilina moldeable en manos del autoritario cacique. Hoy es un capítulo concluido, más a fuerzas que con ganas. Me recuerda a la pretensión de cambiar el Mausoleo de Villa de su sitial para colocarlo a la vista del Nerón chihuahuense. La sinrazón tiene límites y aquí esos límites se pusieron desde el interés partidario mismo de no pocos priístas que ya no soportan el abuso. A su vez, muchas voces, el peso de un sector empresarial incontrastable y la mano central de Gobernación dijeron no y fue no.

2. La jerga de Hortensia no funcionó

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Hortensia Cantinflas Aragón fue quien quedó en el más absoluto ridículo. Su jerigonza, lenguaje difícil de entender, proviniendo supuestamente de un partido que postula la revolución democrática, exhibió la miseria de quien se presta a ser un simple títere. Recuerdo que para ahorcar a los títeres hay mucha facilidad porque de entrada las cuerdas ya están dispuestas. No obstante que la iniciativa de la “minigubernatura” fue signada por los diputados priístas, que fue cocinada por César Duarte, no quisieron correr el riesgo de exponerla en tribuna y se aparentó que era la perredista la que postulaba la mendaz modificación a la Constitución. La que presume de maestranza en política, quedó reducida a lo que es: una simple pieza de utilería a la que se le quita y se le pone a gusto de su jefe real que es César Duarte. A la hora que este anuncia que se retira la propuesta, Hortensia hace una declaración proverbialmente ridícula, se movió en redondo de su propuesta original y habló de una realidad tan real que realmente la sacó de la realidad. Quiero decir que la jerga de Hortensia no funcionó.

Ella me recordó aquella fábula de Monterroso donde se habla de Pigmalión, en este caso Duarte, que la modeló de tosco mármol en figura de diputada de izquierda, y de ahí en adelante habló, bailó y cuando quiso volar se estrelló. Cuando cobró tales ímpetus y le quiso sacar hasta los ojos a Pigmalión, éste simplemente, como narra Monterroso, “le dio una patada en culo y cayó en forma de pequeños trozos de mármol”.

3. El infaltable golpista del Tribunal Superior de Justicia ahí estuvo

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Y en todo esto, Miguel Salcido Romero, como buen paisano del cacique, pasó lista de presente. Se dio el lujo de arroparse con vestimentas culteranas y citó los nombres de Karl Von Clausewitz y hasta el de Michel Foucault, cuyas voluminosas obras seguramente ha pasado noches enteras leyendo, subrayando y fichando meticulosamente. Con tan pesados nombres como escoltas, espetó que en Chihuahua se hacía política, recordándonos aquella frase de que la política es la continuación de la guerra por otros medios.

Claro que no habló de nada que tenga que ver ni con el arte de la política y mucho menos de ninguna guerra. Retórica para esconder lo que él autoconcibe como cambios en Chihuahua que si en efecto los hay, son precisamente para trabarle el andamiaje a las regresiones autoritarias. Sólo le faltó decir que en sus fabulaciones el personaje es él mismo. Sí, porque confundiendo intriga con política, adulación con discurso, jurisdicción con prevaricato, la miseria actual de la administración de justicia en Chihuahua, sobre todo en su esfera de independencia, está por los suelos desde que a él se le construyó una ley especial para hacerlo pasar, en cosa de días, de presidente del Tribunal Estatal Electoral a magistrado de la Sala de Control Constitucional, y de ahí a la presidencial con un buen cúmulo de magistrados que llegaron como moneda de cambio de la partidocracia.

Siempre es grato escuchar que hay autores de renombre, pues se sugieren lecturas, pero en este caso realmente las obras a citar son las de los más pedestres, intrigantes, del tipo de Talleyrand por el que E. M. Ciorán dijo tener debilidad: “Cuando se ha practicado el cinismo de palabra únicamente, se siente una gran admiración por alguien que tan magistralmente lo tradujo en actos”, frase que viene a cuento, aunque de ninguna manera el presidente del ahora Tribunal Superior no le llegue ni a los talones al famoso Conde de Périgord. Que Foucault se apiade de él.

4. Y lo que faltaba: el Teto

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Y por si todo lo anterior es poco, llegó a la administración (vaya eufemismo) el que alguna vez llamé “el malparido”: Héctor Murguía Lardizábal. Y es lógico, teniendo un gobierno de intendencia merovingia, que a todas las bestias se les ponga en el corral.

Adiós profesor Mario Tarango.