En días pasados se presentó la fórmula senatorial que representará al PAN, al PRI y al PRD en la búsqueda de dos escaños en el Senado de la república. Se trata de Mario Vázquez Robles y Daniela Álvarez, ambos integrantes del Partido Acción Nacional.
Este hecho, sin proponérselo, denota el carácter ruinoso del otrora poderoso PRI y el carácter satelital del PRD, que por sí solos, de comparecer a una elección con candidatos propios, perderían el registro a nivel local por no alcanzar el porcentaje suficiente de sufragios.
La fórmula Vázquez-Álvarez es mediocre y carece de un liderazgo respaldado por una experiencia anterior. Por lo que se refiere a Vázquez Robles, este presume haber sido dirigente del Frente Democrático Campesino, pero en realidad contribuyó a la decadencia de esa agrupación, que a final de cuentas quedó unida al oficialismo en turno. Fue alcalde, pero por el Partido Verde (hoy satélite morenista) del municipio de General Trías (Santa Isabel). Después se reagrupó en el PAN que llegó a presidir en el estado durante el gobierno de César Duarte, del cual fue cómplice.
Además fue funcionario municipal de Chihuahua al lado de María Eugenia Campos Galván, de donde pasó a ser diputado en la legislatura actual, cuya bancada le tocó pastorear, y de ahí a la Secretaría de Obras Públicas estatal, sitio que tomó de plataforma para su ambición senatorial.
Vázquez Robles se ha caracterizado por proponerse metas y abandonarlas: dejó la diputación local y ahora deja la Secretaría de Obras Públicas. Destaca que como diputado se propuso la importante tarea de una reforma constitucional integral al código fundamental del estado de Chihuahua, que quedó en el olvido.
Por la víspera, los días. Nada más que de ahí en adelante la escalera al poder tiene mayores reclamos y dificultades.
Su pareja electoral es hoy diputada federal electa en Ciudad Juárez, y reconociéndole su activismo desbordado en redes sociales, no se le abona ninguna acción digna de recordarse por su trascendencia, salvo sus pleitos de ego con Andrea Chávez, la aspirante morenista que, reivindicándose como relevo de una nueva generación, huele al más rancio PRI. Pero de eso nos ocuparemos después.
Qué grave que nuestra representación en el Senado, tan importante que pudiera ser, reporte como única baraja estos dos nombres de aspirantes.