La vida de Víctor Quintana ha transcurrido entrambos mundos. Es hombre de dos aguas y su arribo a coordinador de asesores de la fracción parlamentaria de MORENA en el Congreso del Estado sólo viene a confirmarlo. Es el clásico camaleón que cambia de color para que le vaya bien a él, en un código de ética que se llama mezquindad, parasitismo burocrático, empleomanía.

En los últimos tiempos pasó de presidente estatal de MORENA a alto funcionario en el gobierno de Corral, y previamente se había enfermado para jugar un rol diferente. López Obrador dijo que padecía “la enfermedad del hueso”.

En una conversación con Javier Corral renunció a su cargo de secretario para buscar la candidatura a gobernador del estado por MORENA. Al alimón hizo trabajos de fontanería, como lo revelan llamadas telefónicas que se hicieron públicas.

Cuando ya no se concretó su candidatura, porque el dedazo favoreció a Juan Carlos Loera De la Rosa, se “disciplinó” más por necesidad que por gusto, aunque luego se arregló con él para lograr una candidatura por camino pavimentado al Congreso del Estado, por la vía plurinominal, para ser más claros.

No lo logró, pero antes litigó en tribunales el acomodo de la lista, como quien juega a la lotería con la posibilidad de ganar algún premio. Tampoco se le hizo.

Pero, como vivir fuera del presupuesto es un error, según la clásica frase de Garizurieta, ahora se convertirá en el flamante asesor de los diputados en el Congreso del Estado, donde no se descarta que se vuelva a encontrar con sus viejos compinchados del PAN, tan oportunistas como él.

Es una trayectoria con una sucesión de puntos que ya se hizo línea. Aspiró a ser sacerdote católico, un tiempo se retiró, pero si hubiera seguido por esa senda, con todos los votos que se exigen, probablemente hubiera aspirado a obispo y a cardenal, pero lo mismo se hubiera conformado con una parroquia pueblerina y, porqué no, hasta con una designación de sacristán. Es la condición típica del oportunista, que encuentra excelente caldo de cultivo en el partido MORENA donde, al parecer, la moral es un fruto del árbol de las moras, parafraseando a otro clásico del costumbrismo político nacional.

Para concluir este breve texto, no me queda sino recordar una frase de E. M. Cioran tomada de su libro Ese maldito yo, que dice: “Mi debilidad por Talleyrand… Cuando se ha practicado el cinismo de palabra únicamente, se siente una gran admiración por alguien que tan magistralmente lo tradujo en actos”.

Sólo una nota final: antes de la Revolución francesa de 1789, Talleyrand fue cura, luego fue radical, votó por mandar a la guillotina al rey Luis XVI, y quedó marcado como regicida; luego se convirtió en conservador, restaurador, partidario del imperio y diplomático, cómplice de los que pretendieron mandar al almacén los propósitos de la gran revolución.

Moraleja: nunca te fíes de los traidores.