Columna

Casa Redonda: una causa para volver a triunfar

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A la sociedad chihuahuense no se le da tregua con el reiterado absurdo como prácticas de políticas contrarias a los intereses comunitarios. Ahora, al igual que en el pasado inmediato, con el intento de remover el Mausoleo del general Francisco Villa, se quiere menoscabar la presencia del patrimonio cultural construido al pretender cercenarle al Museo Casa Redonda un espacio inmobiliario que le es indispensable para consolidarlo en el futuro con otras instalaciones que indiscutiblemente le faltan y que debieran ser la noticia del acrecentamiento de otras mejoras que lo pongan a la par como infraestructura cultural para el estado de Chihuahua y especialmente de su ciudad capital.

La Casa Redonda, con las modificaciones que se le hicieron para establecer el museo, es lo único que queda como una muestra tangible y centenaria de la importante historia del ferrocarril en el país y la región. Parte de los antiguos talleres donde se realizaban una gran gama de actividades técnicas y artesanales, estaban conexas a los esquemas de mantenimiento de los viejos ferrocarriles, máquinas de vapor incluidas. Todo lo que había en el interior y derredor del gran inmueble, tenía uno de sus vértices en la calle Escudero y Colón, pero además lindaba con la colonia Industrial, donde aún está el edifico del sindicato y donde existió el efímero callejón Demetrio Vallejo, así denominado durante la administración municipal panista de 1983-1986. Pues bien, todo lo que ahí había sufrió las consecuencias de una piqueta desenfrenada para dar paso a la construcción de un Centro de Convenciones, necesario sin duda, a pesar de que él se llevó buena parte de recursos públicos para fines privados. Y como es obvio, a partir de esta última consideración, se les da una fuerza dominante y pretendidamente avasalladora a estos intereses privados para que con una chata visión se consideren amos y señores de algo que bien mirado sólo está en el interés de la comunidad y especialmente de quienes se dedican a las empresas culturales y dentro de ellos los conservacionistas sin los cuales la destrucción de lo que queda –muy poco– del patrimonio cultural construido, se mantiene en pie.

En los círculos empresariales representados en este litigio reina el interés más que la cultura y ese interés, hay que decirlo, es tan mezquino, ordinario, chabacano, que no alcanza a ir más allá que construir unos cuantos “cajones” más para aparcar vehículos. No es la primera vez que estamos frente a este problema, ya lo sufrió la ciudad cuando contra toda razón se hizo la demolición del Cine Plaza para dejar durante años convertido el lote en un muladar, y luego erigir un estacionamiento para los señores diputados con negocios privados y privilegiados conexos al mismo. Y hay que decirlo: ya hay quienes piensan hacerle una sede en otra parte al Congreso, dando pábulo a esto a preguntarse el por qué de estos hechos que con certidumbre sólo tienen una explicación: el negocio de la caterva, apoderada de las decisiones públicas.

El Museo Casa Redonda se debe consolidar, no se le puede privar del único espacio a través del cual puede adquirir solidez y viabilidad. Quienes pretenden menoscabar su único patrimonio posible para expandirse, están agrediendo la cultura y por ende a la sociedad, a amplios intereses de una colectividad que requiere ir dándole una fisonomía de ciudad con un pasado, un presente y sobre todo un futuro. Yo aquí toco un tema infrecuentemente tratado pero muy importante. En los antiguos talleres de los que sólo está la Casa Redonda, hubo innumerables gestas del influyente sindicato industrial de los ferrocarriles, su empuje por una democracia sindical que no llegó; ahí sufrieron no pocas represiones pero especialmente los vallejistas en 1959 padecieron los embates del Estado y su ejército que abarrotó de presos políticos muchas cárceles del país, entre ellas la Penitenciaría del Estado de Chihuahua.

A inicios de la década de 1970, ahí, en ese lugar, el movimiento sindical ferrocarrilero vallejista y del cual fue rostro visible aquí en Chihuahua Manuel Valles Muela, dio innumerables combates que trascendían el local sindical para permear los talleres de torno, forja, carpintería, pailería, mecánica diesel y electromecánica. Me recuerdo al lado de compañeros como Víctor Orozco, Rogelio Luna, Ignacio Rodríguez Terrazas, David Hernández (estos dos últimos ya finados) y otros que no recuerdo, explicando y debatiendo con los trabajadores las posibilidades del socialismo, las complejas teorías marxistas de la plusvalía en un círculo de estudios en el que la rebeldía y el romanticismo se daban la mano. Para mí, cuando eso se demolió –y vaya que me considero marginal– una memoria se perdió, el patrimonio cultural sufrió una merma que quizá para los empresarios estacionadictos no interese, pero no son ciertamente ellos los únicos los que tienen voto en esto. Bueno sería que hicieran una pertinente encuesta en la colonia Industrial y entre los hijos de no pocos ferrocarrileros para que se lleven un desengaño.

Es una historia más compleja que implica anteponer los intereses de la cultura a los de los propietarios de ferrocarriles, en el caso muy específico de los murales de Leandro Carreón en la estación hoy cerrada y que fue la estación que sucedió a la original, hoy convertida en el Conservatorio Municipal. Es hora de ir al rescate de aquella obra, porque probablemente mañana ahí quieran hacer alguna bodega, o ya enrrachados, otro estacionamiento, al parecer instalaciones muy queridas por los empresarios, como en su tiempo lo denotó el concepto de espacio vital para Adolfo Hitler.

Se hablan y se dicen muchas cosas que tienen que ver con el Derecho: que si el comodato, que si tal o cual convenio de voluntades concertado en el pasado, desentendiéndose de que el Derecho es una herramienta que tiene como trasunto las mejores decisiones en beneficio del interés público cuando éste queda en medio de una controversia. Ya desde el gobierno se intenta una medida paliativa para mandar el problema, vivo, hacia el futuro; y es entendible porque ya no hallan qué hacer con tantos desatinos y la marcada incapacidad para dar soluciones perdurables y satisfactorias para la sociedad. Supongamos –tengo para mí que no es así– que el comodato contenga una pauta contraria a los intereses de Casa Redonda y la sociedad; peor para el comodato, pues habrá que cambiarlo trastocando los intereses de quienes con miopía le quieren endosar a la ciudad un estacionamiento más, sólo por el argumento cuantitativista de que alguien ha colocado al Centro de Convenciones en el lugar 14 del país, a donde se cayó después de ocupar el séptimo, y sólo porque lo dijo alguien que quizá no sepa nada ni de la historia de Chihuahua ni de la necesidad que hay de conservar lo poco que nos queda.

Chihuahua ha perdido tanto por la incuria en el caso del incendio del Teatro de los Héroes y por la vil piqueta que muchos gobernadores emplearon para hacernos una ciudad moderna, sin darse cuenta que sólo nos dejaron una ciudad mutilada. Y lo mismo hablo de personajes como Giner Durán que de Óscar Flores o Patricio Martínez, con mayor o menor grado de ilustración pero con una ceguera absoluta de lo que es el patrimonio cultural construido. ¡Ah!, pero que no les den una hacienda en ruinas para restaurarla y permitirles el sueño del terrateniente que llevan dentro.

La fuerza motriz que va a impulsar la lucha por Casa Redonda sería catastrófico dejarla en manos del titular del Instituto Chihuahuense de la Cultura, pintor Fermín Gutiérrez. Está presente aquella razón que acostumbraba mucho Porfirio Díaz: “Perro que lleva hueso en el hocico, ni ladra ni muerde”. Y a pesar de que tiene un nombre magnífico, el del santo patrono de la legendaria Pamplona, no se acoge a ese personaje tutelar. Fermín no es lo que describe el significado de su nombre (constante, firme, recio, valeroso) para esta causa. Ni modo, hagámosle el grande favor de verlo pasar y dejar que se vaya, porque esta causa no se puede perder bajo ninguna circunstancia. Está vinculada a nuestra cultura, corresponde a la sociedad civil y especialmente a poetas, teatreros, pintores, actores, moneros, músicos, cantantes, escultores, performanceros, mimos, trovadores, instaladores, fotógrafos, periodistas, escritores, filósofos, antropólogos, historiadores, arqueólogos ganar la batalla. Si es necesario poner un cordón humano 24 horas para impedir el funcionamiento de las máquinas, hagámoslo. Si hay que tenderse en el suelo, a pesar de las nada gratas temperaturas, debajo de los bulldozers y caterpillars, hay que hacerlo; sólo así se le gana a la sinrazón.

Si perdemos esta causa sólo será para que nos demos cuenta que estamos tan atrás, pero tan atrás, que la cultura queda postrada ante la visión de un señor creo que de nombre Leopoldo y de apellido Mares –en eso de la cultura él simplemente no está– ,que nos habla del lugar 14, de donde fuimos desbancados del privilegiado séptimo y sólo porque no tiene el Centro de Convenciones un estacionamiento ampliado. Los Mares de la vieja época tenían el mérito de que para ellos los “cajones” servían para contener frijoles, maíces, vinos, frutales, verdolagas, en fin. Pero para este sucesor “cajón” es el espacio vital para que alguien de no sabemos dónde, tenga asegurado un lugar para aparcar su coche. ¡Cáspita! que huele a AlSuper y por cierto a sus estacionamientos insuficientes.