Crece el rumor, la información en Chihuahua es escasa, de que Graciela Ortíz, la candidata del PRI a la gubernatura, podría cerrar en esta campaña al lado del PAN, sumándose a María Eugenia Campos Galván. 

Obvio que el análisis político no se puede quedar en el refrán que dice: “Si el río suena es porque agua trae”. Pero de que ese río existe y de que también trae agua, no queda duda. 

En realidad, estratégicamente el PRI y el PAN se acuerdan contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, aunque en buena medida represente para los priístas una especie de reciclaje del priísmo autoritario de la época de Luis Echeverría. 

Nada extraño resultaría, por tanto, que la señora Ortíz con todo y sus báculos fuera a cerrar filas pintada de añil. 

Sería una paradoja completa: empezó a hacer armas en el tricolor durante la usurpación de Fernando Baeza, precisamente contra el PAN, y atracaría su barcaza en ese puerto, que fue el fuerte mayor de Francisco Barrio cuando era demócrata. 

Nada nuevo bajo el sol.