Hace mucho tiempo los partidos políticos dejaron de vivir del esfuerzo de sus afiliados y simpatizantes. Antes se pagaban cuotas, se hacían campañas financieras, se desplegaban infinidad de aportes personales y se recurría a mecanismos sencillos de comunicación de persona a persona, ciertamente ahora imposibles en la escala que permitía reuniones públicas, mítines concentraciones ciudadanas.

Ahora los partidos viven exclusivamente de los recursos fiscales que reciben de parte de las tesorerías gubernamentales, sean de la federación o los estados. También se benefician del uso indebido del patrimonio público y los activos que se desprenden del ejercicio del poder. Quien controla esto resuelve todo lo demás.

Así vemos un negro panorama: las direcciones partidarias se concretan a gastar y malgastar esos recursos fiscales contratando empresas que sustituyen a los ciudadanos en activo. Se contratan televisoras, todo tipo de periódicos, de papel y digital (y hasta los que no existen), se compran espectaculares que prácticamente tapizan las poblaciones y las regiones despobladas. 

A las cero horas del día que arrancan las campañas los mercaderes de esta democracia entran en operación y en cosa de unas horas todo el espacio público y visual es ocupado de manera vertiginosa.

Pongamos un ejemplo: quienes han viajado de la ciudad de Chihuahua a Ciudad Juárez han contabilizado 100 espectaculares de María Eugenia Campos Galván, según me informa alguien que constató es hecho, que no me consta, pero que no dudo que sea real.

Mala democracia la que vive con cargo a los impuestos, ya que todos los causantes, simpaticen o no con el sistema de partidos o con uno en especial, cuando cubren sus contribuciones algo de su patrimonio se destina a ese fin, se quiera o no.

Y cuando la lana sobra, la gente no importa, y además esto, si observamos la calle y las carreteras mismas, nos damos cuenta de hechos tan grotescos como un doble espectacular, con la misma cara, el mismo mensaje, los mismos partidos, como es el caso de Juan Carlos Loera, que a las afueras del aeropuerto internacional de Chihuahua derrocha recursos de manera ofensiva para un pueblo que se debate en medio de muchas carencias. 

¿Cuál austeridad?