Un joven cronista y periodista mexicano estampó hace poco más de una década en alguno de sus libros una frase que conviene rescatar a propósito de los movimientos internos del PRI: “el ser humano no cambia, se agudiza”. Así lo escribió, más o menos, Fabrizio Mejía Madrid.

En efecto, ni la salida del inefable Omar Bazán de la presidencia del Comité Directivo Estatal, ni la llegada del grupo patricista de Graciela Ortiz –con Alejandro Domínguez como el rostro visible– cambiarán algo en el viejo dinosaurio. No hay nada qué cambiar. Y aun ante esa posibilidad remota y desaprovechada de redimirse ante los votantes, no sólo los viejos esquemas del chantaje, la prebenda y la extorsión demostraron estar más vivos que nunca en el otrora partidazo. 

Es decir, para poder expulsar a Bazán de la dirigencia chihuahuense le ofrecieron (y lo tomó, of course) el primer lugar de la lista a la diputación local por la vía plurinominal. O sea, quiere reelegirse. Y claro está, a su segunda de a bordo, la hija del cacique gremial Georgina Zapata, quien también fue invitada a abandonar su puesto en el comité estatal, también será candidatura a diputada.

Así como se las arregló el PRI durante varias décadas, así es como se las sigue arreglando y así es como intactas llegan sus arcaicas prácticas de la democracia según el tricolor, en donde no cambiaron nada, sólo se pulieron, como un lápiz al que hay que sacarle punta de cuando en cuando, hasta agudizarse en lo que son.