Una detestable característica ha definido la política del poder en México: tomar las decisiones fundamentales en agencias informales. De mucho tiempo atrás el escenario es el banquete, la cena privada, la comilona, la cantina y no pocas veces el burdel mismo. 

Quien haya leído la novela La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, llevada al cine magistralmente, puede recrear en su imaginación lo que afirmé. 

Viene a cuento esto por la reciente reunión de Gustavo Madero con María Eugenia Campos Galván, ambos pretendientes de la candidatura panista al gobierno del estado. Aparentemente el hecho se pierde en el anecdotario, pero no es así, se trata de algo fundamental que ha de estar en el ojo ciudadano. 

Recapitulo hechos: Javier Corral tiene información que puede tener trascendencia penal contra Campos Galván, tiene el aparato estatal en su mano, tanto al fiscal como a los obedientes jueces que tramitan las consignas a través de Pablo González, el simulador que ocupa la presidencia del Tribunal Superior de Justicia. Aquel ha insinuado que procederá contra la alcaldesa y no lo ha hecho, en parte porque practica la desidia y se ocupa de todo, menos de lo que debe, pero sobre todo porque, alejado de sus deberes constitucionales, maneja esa información con un afán persecutorio, en ausencia de su crónica enfermedad de ignorar el arte de la política. 

En segundo lugar, Gustavo Madero Muñoz sabe y conoce a fondo la información, pues actúa al unísono con el gobernador; en otras palabras, tiene información privilegiada pero no la pone en manos del ministerio público, por el contrario, como un gánster entejanado la usa para tener dividendos, y es así como le planteó “en agencia informal” los escenarios mediante los cuales le insinuó a la alcaldesa, de manera infantil, por cierto, que lo mejor para ella es retirarse. 

En tercer lugar, ha resultado todo un engaño de María Eugenia Campos Galván evadir el bulto jactándose de que es un cuento viejo. Se pertrecha y se fortalece en el municipio, donde ha gastado muchos millones de pesos en publicidad oficial para obtener la candidatura y blindarse de impunidad por dos vías: conseguir la nominación y eventualmente llegar al cargo, y que ruede el mundo y queden en el secreto, en una caja fuerte sellada, sus complicidades con César Duarte y los beneficios económicos que obtuvo. 

Como se puede ver, en el PAN practican la omertá, es decir, el código de honor de los mafiosos que prohíbe informar de las actividades delictivas consideradas asuntos que incumben a las personas implicadas. Lo digo casi gráficamente: lo que Madero le ofrece a María Eugenia es salvarse de un procedimiento penal, a cambio de declinar. 

Quien haya leído la novela El Padrino, de Mario Puzzo, entenderá a la perfección lo escrito.

Javier Corral Jurado, en este aspecto, representa al jefe temporal de una mafia: ofreció Estado de derecho y está terminando a la cabeza de una pandilla, mafia, Cosa nostra, o como quieran llamarle. 

Para los ciudadanos de Chihuahua la peor derivación de todo esto es que se llegue a practicar la piedad en favor de María Eugenia Campos, que ha sido hábil en desligarse del nefasto gobierno de Corral, para no pagar el costo, y pensar que ella no forma parte de ese tinglado que aplasta a Chihuahua y que se llama Partido Acción Nacional. 

A la hora del balance, no se debe olvidar que Corral, Madero y Campos Galván, son esencialmente lo mismo.