“No busques éxitos con los cuales no sabrás qué hacer”, dijo el teórico de la guerra Carl Von Clausewitz. Esta conseja le embona bien a Javier Corral, que logró ser gobernador de Chihuahua sólo para fracasar. El éxito es efímero y suele ser la medida de realización de las peores éticas. Ahora, en los estertores de su desgobierno, nos damos cuenta de que la retórica, el hábito de verse en el espejo, de escucharse a sí mismo, no le puede redituar ningún beneficio postrero. Allá él.

Pero hay un aspecto que debe conocerse y tiene que ver con la lucha contra la corrupción –la buena lucha contra la corrupción– mediante la cual se le combate y no se emplea en sí misma como un peldaño para seguir obteniendo éxitos que luego se se tornan en malogros. 

Me consta que Javier Corral tiene, desde la época que precedió a su candidatura gubernamental, expedientes, pruebas y evidencias para proceder lo mismo contra María Eugenia Campos Galván que contra su compadre, Cruz Pérez Cuéllar. Es un vínculo religioso que no puede romper, pero que dejó pasar los años y no hizo nada, no cumplió ni con el deber cívico de denunciar, ni mucho menos de poner en práctica sus responsabilidades públicas ya una vez instalado en el poder. 

Ahora nos dice, en ocasiones sólo insinuando, que va a ir en contra de la alcaldesa de Chihuahua. Hombre de frases, ha pronunciado el “hasta donde tope”. Pero ese tope sigue esperando su realización, que no es discrecionalidad, sino sujetarse eventualmente a un debido proceso en el que puede perder o ganar, pues debe hacerse cargo de que el derecho penal es evidentemente técnico, cosa que quizá no sepa por la precariedad de su educación jurídica que lo convirtió en licenciado en derecho.

En otras ocasiones he dicho, porque fui testigo presencial, como palabra que clama en el desierto, que Javier Corral dijo, engolando la voz hasta llegar al Do de pecho permitido a los oradores: “no les quepa duda, el valuarte del duartismo será la alcaldía de María Eugenia Campos Galván”. 

Lo dijo ante más de diez abogados que acudieron a su oficina de la avenida Independencia de la ciudad de Chihuahua, lugar donde despachaba la transición gubernamental. Aquellos acudieron a presentarle una estrategia para el saneamiento del Poder Judicial del Estado que heredaba, para desgracia de Chihuahua, el gobierno corrupto de César Duarte Jáquez. En esa ocasión también se le entregaron sendos proyectos de reforma constitucional y de Ley Orgánica del Poder Judicial para emprender la tarea de construir un Estado de derecho en la entidad. Lo dijo con toda liberalidad, convencido aparentemente de la verdad. Pero de ahí todo indica que se fue a jugar golf con algún magistrado de un tribunal colegiado. 

Hasta ahora, nula realización en todo esto. Pero ahí están los testigos de las palabras pronunciadas y deshonradas en la realidad. 

Que María Eugenia Campos Galván fue cómplice política del duartismo, lo afirmo en todos sus términos. Ella dice que mantuvo una relación institucional con el tirano; a mi juicio los hechos hablan de otra cosa. Recordemos que también los cómplices de un Hitler o un Stalin guardaban “relaciones institucionales”, y eso dice mucho. 

Lo peor que nos puede pasar es que por razones de partido Corral se abstenga de iniciar la causa contra María Eugenia Campos Galván y que lo haga para no lesionar los intereses de una facción, postergando deberes públicos. El tiempo de la investigación y el ejercicio de la acción penal se dejó pasar con vileza, con utilitarismo, y lo más saludable para la vida pública de Chihuahua es que se sepa toda la verdad en relación a la conducta de la alcaldesa pretendiente de la candidatura del gobierno del estado. 

Puede que, incoado el procedimiento, quede exonerada; puede que quede entrampada en la telaraña largamente tejida por César Duarte y también puede que por un tiempo electoral, cuya celeridad es vertiginosa, pierda la oportunidad de ser la candidata. En lo particular, es una variable que sólo está en el gobierno, en el PAN y en las complicidades con la oligarquía; lo principal es no perder de vista que nuestra región lo que necesita urgentemente es una alternativa para reemplazar al panismo chihuahuaense, porque al final del día sólo arroja un saldo de fracasos cuyo nombre es Javier Corral Jurado.

Hay algo que está en el ambiente: miente Corral, miente Maru Campos, o ambos se conducen con mentiras.