Si leyó en Twitter la “disputa” entre el magnate Ricardo Salinas Pliego y Javier Corral Jurado, despreocúpese, no es necesario que opte por uno o por otro. En esencia, se trata de personajes de la vida económica y política de igual calidad, pues así lo subraya la escasez y la mala calidad de sus lenguajes. Salinas tilda a Corral de “gobernadorcillo” y de paso le recomienda que se ponga a trabajar, a lo que se sabe, es alérgico. 

A su vez Corral le pone el acento en la calidad de “sinvergüenza” y además dice que “patalea”, reduciéndolo así a un personaje digno de la fauna de los cuadrúpedos. Con lenguaje tan florido, difícil es tomar partidarismos; quien lo haga está en su derecho, pero se puede librar de la tarea. Cada quien.

Ambos forman parte del llamado “establishment” y lo saben; lo suyo son intereses de diversa índole y están inocultables. 

En realidad, la partida la perdió Corral la misma mañana de los tuitazos: reculó.