La historia, la experiencia y excelentes páginas de la literatura lo dicen: los banqueros no tienen corazón, sólo piensan en la partida doble y en el debe y el haber

Esto se ha visto sobradamente demostrado durante la pandemia: los usuarios de la banca no reciben ningún beneficio de sus servicios con la diligencia, prudencia y agilidad que se requiere. Si alguien acude a cualquier sucursal de los bancos instalados en nuestro país –no podemos decir que sean nacionales– es para sufrir y tolerar todo tipo de malos tratos, que van desde largas filas, privación de libertad para comunicarse y frecuentemente un “burocratismo” frente al cual la paciencia misma de Job se doblegaría. 

Y es que son los reyes, los mandones, los dictadores, los que chupan los presupuestos públicos, y cuando “quiebran” no falta gobierno que vaya y lo saque del apuro. 

Molestan todo el día y toda la noche ofreciendo servicios, practican la usura, no promueven a fondo ni el comercio ni la industria. Parasitar es su oficio. 

Creo que ha llegado el momento de levantarse en su contra. Detrás de sus emblemas hay rostros muy conocidos: son los enemigos de que este país tenga un sitial elevado para su gente. Pero eso, no les importa.