Tatiana Clouthier declinó la candidatura por MORENA a la gubernatura del importante estado de Nuevo León, indiscutiblemente un influyente polo económico del país. Así lo declaró a un periodista, advirtiendo que las preferencias por este partido no van más allá de un 15% sin estar en la boleta el presidente de la república. También afirmó que no apoyaría a la pretendiente al cargo, sin cuestionar su origen fuera de la izquierda, origen que tampoco ella comparte, pero sin el más mínimo regateo a sus méritos y a su personalidad.

Ella es, quizá, otra de las figuras que toma distancia crítica de las decisiones que está tomando la Cuatroté. Todo indica que continuará militando ahí, pero su ubicación futura es incierta. 

El norteño estado de Nuevo León es, junto con Baja California, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas, una vasta zona fronteriza, y eso significa mucho en territorio de alternancia para el país. En esta zona se ha defenestrado al PRI en favor del PAN, aunque los saldos no han sido favorables con la casi totalidad de los gobernadores blanquiazules, incluido el de Javier Corral. Ahí ya se sabe lo que es el cambio y, por tanto, si la señora Clouthier, sin duda la mejor carta a jugar se retira, puede ser el preludio de una derrota para MORENA, sin que esto signifique que con Clouthier estaría garantizado el éxito electoral. 

Cuando leemos esta noticia no tenemos menos que pensar el paralelismo que pueda haber con Chihuahua, donde para MORENA las elecciones están muy lejos de ser un placentero día de campo. Menos si es abanderada por un expriísta y desconocido como Rafael Espino, un expanista y saltimbanqui como Cruz Pérez Cuéllar o Juan Carlos Loera De la Rosa, que es algo así como el más eficaz cartero que entrega cheques por todo el estado, que luego va a querer cobrar a los ciudadanos, pidiéndoles la claudicación de sus derechos políticos para tornarlos en siervos del señor.