Javier Corral debe entender que ni el micrófono, ni la raqueta, ni el palo de golf sustituyen al bastón de mariscal. La frase es un recuerdo de Napoleón, el primero. 

Ayer, en un desolado patio del Palacio de Gobierno convocó a “cerrar filas” contra la “Cuarta Transformación”, personificada en el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Esas filas o columnas en las que sueña el panista empezaron, por decir lo menos, maltrechas. A dos cuadras del Palacio de Gobierno está María Eugenia Campos Galván y no asistió, por las razones que usted quiera imaginar. Tampoco estuvo el alcalde de Juárez ni la representación del municipio de Cuauhtémoc, algo así como el 80% de la población chihuahuense. Con esas filas poco se podrá avanzar más allá de la Puerta de Chihuahua de la autoría del escultor Sebastián.

Agravios contra Chihuahua los hay, muchos y centenarios algunos. Lo que falta son líderes, gobernantes e instituciones que la soporten. Frente al reto, Corral es una simple caricatura y una burla de un destino que nos persigue: los gobernantes enfermos de desmesura –hybris– sí cierran filas con un trío formado por Patricio Martínez, César Duarte y el ahora huésped del edificio de cantera frente a la Plaza Hidalgo. Huésped cuando se encuentra en Chihuahua, porque ya es un señor de los cielos. 

Corral no sabe luchar y menos empleando las herramientas constitucionales. Pasó por una escuela de Derecho, pero nunca entró. Lo de él es el discurso, pero bien se sabe que eso lejos está de ser suficiente. 

Sabe Javier Corral que la Constitución le prohíbe coaligarse con otros estados, sabe que le abona a la desunión y a la balcanización de la república y poco le importa, porque, con sus congéneres de otras entidades, lo único que están haciendo es sustituir con las instituciones de todos la carencia de partido político para encarar las elecciones de 2021. 

Resulta grotesco ver en el presidium a personajes como “Chacho” Barraza, mucamo de la oligarquía chihuahuense; al sacerdote jesuita, Pato Ávila, que fue presentado como el representante del “sector eclesiástico”, cualquier cosa que eso signifique; y a Graciela Ramos, representando un movimiento estatal de mujeres de manera corporativa, a menos de que estatal quiera decir “dependencia de gobierno”. Y por encima de todos dos pretendientes a la gubernatura que se han decidido a dejarse ver en público: Gustavo Madero del PAN, que a falta de discurso y argumentos se tira en el suelo, y “El Caballo” Alfredo Lozoya, ahora convertido en pegaso con las alas de Movimiento Ciudadano.

El toque de farsa, faltaba menos, lo puso el mismísimo Corral: catalogó de “histórico” el evento. 

Con ese maltrecho ejército, insisto, no llegarán ni a la sombra de la Puerta de Chihuahua, por más que digan que son federalistas, que están en diez estados y otras baratijas, que la mujer y el hombre de a pie catalogan como oportunismo electoral y ansias de permanecer en poderes que ya no merecen. 

Agravios hay, pero el déficit de gobernantes, líderes e instituciones es enorme, mientras los ciudadanos y ciudadanas no se decidan a ponerse en acción.