Hay al interior del PAN en Chihuahua una pugna atroz: Corral contra Maru, o Maru contra Corral, que para el caso es lo mismo. Es un odio irreductible que se lo quieren heredar a Chihuahua para que domine la escena pública durante 6 años. Ya estamos hartos de políticas dictadas por el odio y las vísceras, para seguirlo padeciendo por un largo periodo más. A políticos de esa ralea ya es tiempo que los deseche la ciudadanía. 

Cuando se hace el balance de esta pugnacidad, sólo encontramos esterilidad, ahí no hay nada que palpite en favor de la ciudadanía.

Hay un juego perverso que se define así: Corral hace hasta lo imposible por heredarnos a Gustavo Madero; María Eugenia Campos se quiere deslindar del desastre corralista, convirtiéndolo en su Duarte, pensando que todos los ciudadanos de Chihuahua son tontos como para no ver que los nexos azules de su partido los atan de manera indisoluble.

Son parte del mismo partido que hoy se encuentra en el ocaso, y creo que así se debe asumir el problema durante la elección del año que entra. 

En medio de todo esto nos están quedando a deber: Corral dijo que hasta donde tope demostrará la complicidad de Maru con César Duarte, por haberse beneficiado con dinero público de manera ilícita. Ésta última nos vende la idea de que es un cuento viejo, pero los hechos ahí hablan en su contra. 

Es que, me pregunto: ¿Corral no se ha dado cuenta de su obligación pública de honrar sus palabras con hechos, una práctica inveterada en su desempeño político?