Bajo el barniz de las apariencias, muchas veces encontramos la esencia de las cosas, lamentable cuando es la impericia. La secretaria de Gobernación en lugar de entrar a la miga del problema que existe por el conflicto de el agua en Chihuahua, construyendo una interlocución con los dolientes directos, opta por reunirse con los alcaldes del PRI para examinar una controversia constitucional; no se le quita la manía de asumirse como parte de la Corte. Poco logrará, si es que logra algo. 

Por su parte, los panistas le abrieron cancha ayer en Ciudad Delicias a dos personajes de la política en la Ciudad de México, enviando un mensaje, muy obvio, de que el conflicto del agua les interesa como atrincheramiento político contra AMLO. Presentaron a Ricardo Pascoe, que nos vino con el cuento de que estamos en una guerra de baja intensidad, tema más de un debate académico que de un conflicto como el que hay en Chihuahua. 

Extrostkista partidario, la primera vez que incursionó en tierras chihuahuenses lo hizo en búsqueda de votos y diputaciones, y a él se debe, entre otros artilugios, el arribo de Rubén Aguilar Jiménez a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Un hecho con enorme significado en estas tierras, por la historia que abriga. Pascoe fue neocardenista y perredista, diputado, y en el gobierno de Vicente Fox fue embajador de México en Cuba. Hoy es un adversario de López Obrador y aquí en Chihuahua, en muestra de un provincialismo exagerado, le dan tribuna en mérito de no se sabe porqué.

Otra enemiga jurada de Andrés Manuel es la priísta Beatriz Pagés, heredera de la revista Siempre!, y también por méritos que no se saben ocupó la tribuna. Ambos tienen derecho a expresarse, indiscutiblemente, pero su aparición da un sesgo diverso a la naturaleza del conflicto y a quienes luchan de manera genuina en él por el derecho al agua. Es una tomadura de pelo muy costosa.

Hay otro que no canta mal los malos boleros es el diputado y presidente del PRI en el estado, Omar Bazán, que ha cobrado a últimas fechas un estilo de diácono de bajo perfil y que no pierde la oportunidad para hacer planteamientos de derecha y hablar del “bien común”. Pues bien, éste dice que necesita la experiencia acumulada en el PRI para obtener el triunfo en 2021. No sabe que los cabritos y los cabrotes hace tiempo que se le fueron, o simplemente ya no sirven para nada. Mejor hubiera dicho “lo que queda de experiencia soy yo”. Aunque tendría una oportunidad si solicita en préstamo a Manuel Bartlett Díaz para que venga a organizarles las elecciones el año que entra. 

Así son todas estas tomaduras de pelo, que pretenden bajarse más de una pulgada por el craneo para succionar inteligencia y que así les podamos creer. Entre pifias se mueve Chihuahua.