Bien dice el refrán que “la zorra no se ve su cola”; difícilmente los que están enfermos de desmesura advierten sus propios defectos. Ayer Javier Corral junto con una caterva de gobernadores se separaron de la CONAGO para iniciar una alianza prohibida por la Constitución y construida en favor de un proyecto de trascendencia personal y nada más. 

Ni Corral, ni “El Bronco”, ni mucho menos Aureoles, representan la dignidad de la república, de la nación, y menos de la democracia, si los medimos a través de su ejercicio de gobierno que llega a su término de caducidad. 

Javier Corral no tiene cara para acusar a nadie de lesionar el proceso democrático en México porque él es parte de esa destrucción. Simplemente el día de ayer, como antier, y desde el principio de su gobierno, ha estado de espaldas al interés ciudadano, en cercanía del cual se construye una sociedad realmente democrática. Lo de él es codearse con la aristocracia juarense representada por Alejandra De la Vega, ir a las vendimias y jugar golf. 

Y cuando digo que es zorra, es porque es zorra.