He sostenido con insistencia que la transición mexicana a la democracia ha sido lenta y acompasada; ahora podría agregar que hay visos de regresión en esta importante agenda. Quizá la reforma central en esa dirección ha sido la creación inicial del Instituto Federal Electoral, que luego se convirtió en el Instituto Nacional Electoral. Una institución desde luego perfectible pero esencial. 

Tiene que ver con una reforma del poder, porque desde él mismo se mantuvo durante muchísimo tiempo el control de todos y cada uno de los procesos electorales, los grandes e importantes y los pequeños y nimios. Pareciera una verdad consagrada por la práctica que en todo el México independiente las elecciones han sido una función más de los gobernantes ejecutivos y no tarea de los ciudadanos en ejercicio de sus libertades políticas. 

La reforma que nos trajo el IFE a partir de 1994 tuvo que ver con precedentes muy importantes que hacían una necesidad cancelar las vías violentas para la lucha por el poder. No es casual que el IFE surgiera luego de la rebelión chiapaneca y tuviera en la época estelar en la que estuvieron al frente de él personajes como José Woldenberg y Miguel Ángel Granados Chapa. La transición del PRI al PAN en 2000 y del PRI a MORENA en 2018 no se explica sin la presencia de esa institución. Insisto que es perfectible, que se puede reformar para que sea mejor, que debe pasar a una época con austeridad en sus sueldos, que se debe desburocratizar razonablemente. Pero eso es muy distinto a pretender socavarla desde el poder, suplantando sus facultades.

López Obrador se quiere levantar como el guardián electoral del país. No tiene esa facultad, y en un régimen como el mexicano quiere decir que se debe abstener de toda injerencia al respecto. Puede no querer las autonomías, pero el Estado de derecho lo obliga a respetar las normas del derecho público, de manera inexcusable. 

Supongamos, sin conceder, que una injerencia como la señalada fuera realizada de buena fe y con atingencia, de todas maneras no inspiraría confianza de ninguna índole, porque pesa mucho en la conciencia social y en nuestra larga historia una mala práctica del poder, que tiene que ver con aquella regla maquiavélica que dice que quien tiene el poder va a tratar de conservarlo a como dé lugar. 

Pobre México que tiene tiempo como burro de noria, dando vueltas y vueltas para llegar a la democracia y no sale del mismo lugar. Es la hora de los ciudadanos y  defender la autonomía plena del INE es casus belli. 

No lo olviden.