Los tiempos que vienen para Chihuahua no serán –para política, sociedad y gobierno– un día de campo en las riberas del Río Chuviscar. Tampoco el pétreo Palacio de Gobierno podrá continuar como una torre del orgullo, como es en lo que se transformó por los últimos gobiernos. El actual, diestro en la retórica de siglos pasados pero inepto hasta la médula, demuestra lo delicado que es y será el arte de gobernar, más cuando se trata de hacerlo sobre una sociedad en crisis. 

Hacia el 2021 se agotan los días al despegar las hojas del calendario de un quinquenio perdido. El aliento ciudadano y anticorrupción corrió por el césped del campo de golf, por el green, no encontró el hole in one buscado sino el negro abismo del descrédito, la bravata estéril, la frivolidad y la holganza. Así lo pienso y así lo escuché en un reciente recorrido por más de 15 poblaciones del estado. 

Empero, ya la ambición se desató y algunos hasta creen navegable al río que divide la capital del estado en dos grandes polígonos, uno de la prosperidad neoliberal y otro de la pobreza ancestral. Y por ese río ahí van los representantes de las cúpulas empresariales con sus barcazas, simples personeros, algunos bajo la cima de la riqueza oligárquica (entendamos que los bosses están tras bambalinas, invisibles, pero sus truenos son de los que dicta un “jefe de jefes”). 

Tres notas de coyuntura están presentes, se atalayan y servirán sólo para ir despejando incógnitas. Pero la incógnita como tal se va a advertir en una elección que tendrá características significativas en lo local y en lo nacional. Será el arranque regional de una confrontación para encarar la hegemonía que pretende la Cuatroté y de ahí que el aspecto concurrente de la elección no se debe perder de vista. 

Entonces: tres de tres, por ahora. Primero: sin hacerse cargo de la crisis de los partidos políticos, desde el poder desean cambiar la legislación electoral para la elección que viene. Los tradicionales partidos la alientan en su perspectiva pensada exclusivamente para sus fines de facción y además le dan atractivos especiales para aparentar una preocupación por la democracia. 

Corral, con paquidérmica velocidad, sueña con hacer realidad las elecciones primarias, pero sabe del obstáculo insalvable para lograrlo y en el fondo lo que no encuentra es la ruta para la selección de candidato en su partido con afinidades hacia él. De antaño se sabe que no goza de mucha simpatía en su propia casa política, lo que le hace pensar en la difícil tarea que tiene enfrente. 

El PRI, a su vez, quiere legislar una segunda vuelta para la elección de gobernador, sabedor de que no tiene baraja para jugar, pero sí para un día después vender caro su amor, algo así como el 10 o 12% de la votación que se pueda emitir. Duarte y Peña Nieto sepultaron al antiguo invencible. Es cuestionable que esas pretensiones reformistas sólo se cocinen en los círculos de poder de los partidos, como si el cuerpo ciudadano no existiese. Además, se aprovechan de la dislocación existente provocada por la pandemia y tienen el cinismo de convertir las posibilidades reales de moverse en política transformándola en un privilegio excluyente por ser de unos cuantos. Pero creo que no pasarán. 

Segundo: haciendo gala de una burda práctica de la discriminación, las cúpulas empresariales han dado dos pasos para pertrecharse contra la hegemonía en ciernes de los obradoristas en el país. En esencia buscan que se les reconozca en calidad de estamento central de toda la sociedad. Todo con ellos, nada sin ellos. Tanto el Consejo Coordinador Empresarial como FICOSEC han montado una campaña de persuasión que pretende convencernos de que son “…la fuerza que mueve a Chihuahua”. 

Si usted es investigador académico de renombre, maestro normalista, estudiante, profesionista, ama de casa, asalariado, capellán, periodista, albañil o se desempeña fuera de esa élite estamental, usted no vale. Lo que haga o deje de hacer no mueve nada; el empresario se revela aquí como el motor primero, último y único de cuanto palpita. Nunca había visto campaña más discriminatoria y que tenga una miserable visión de los derechos y las libertades de las personas. Esto veja y excluye hasta en los términos del Código Penal del Estado.

Y luego llega el step three: esos cúpulos están convocando a un “diálogo” en el que exhiben su menú anhelado para el banquete electoral de 2021 con invitados “especiales”, y nadie más. ¡Cómo no, si ellos son los que mueven Chihuahua! No pienso que esto sea obra de la más pura casualidad ya que convocaron a los que se han apuntado por ambicionar la silla, siempre desocupada por Javier Corral, y se han erigido así en una auténtica y prematura junta de notables para decirnos de entre esos cuál es su ungido. 

Todos los convidados –¡oh, casualidad!– están ubicados a la derecha de la geometría política. De entre ellos algunos fueron piezas que contemporizaron y se comprometieron con César Duarte. Tienen, como en el tango, sus historias. Tanto Alejandro Cano como Graciela Ortiz, Cruz Pérez Cuéllar, Maru Campos y Armando Cabada, hicieron causa común con el tirano que huyó. Gustavo Madero viene del Pacto por México que contribuyó a hundir al país, y a su paso por el gobierno corralista sólo dejó una muestra de sus incapacidades y fracasos. 

Rafael Espino es el pretendiente morenista al que no le ponen “pero”; aunque claro, no lo van a querer para el gobierno que viene, pero es carne de su carne. Este empresario-funcionario repentinamente de izquierda ha venido a decir a Chihuahua que él es “el bueno”, que es “amigo del presidente”, mensajes tan arcaicos como las pretensiones de los convocantes y tan primitivos como la tolerancia de quien, desde el centro del país lo deja pasar, por si acaso.

Si vamos a una “nueva normalidad”, como se dice, aquí sólo vemos el regreso a la que más ha perjudicado a nuestra entidad: tratan de que Chihuahua continúe como rehén de los intereses de los de arriba, con exclusión de los de abajo. 

Sostengo que un nuevo proyecto que deje la política como ejercicio de adversarios que se destruyen, es posible; por el contrario, pienso que debemos ir a un estado nuevo que parta de un diálogo renovado e incluyente. Para mí, que una historia se acabó, o ha de acabarse; la idea la tomo de Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos: “Hay algunos que creen que hay seres humanos que nacen con una silla de montar en el lomo, mientras que ellos han nacido con espuelas para subirse encima”. 

Entiendan que el Chuviscar no es navegable. Así de claro.