Seguramente con pena, de la mala, pero absolutamente sin gloria, Óscar Aparicio Avendaño dejó el cargo que indebidamente por más de tres años ocupó en la Comisión Estatal de Seguridad. No obstante que escogió el 15 de mayo para su retiro, quizá para tener la quincena completa, el comunicado oficial que da cuenta de su caída afirmó, con todas sus letras, que ya había encargado del despacho en la persona de Álvaro Cuauhtémoc Serrano Escobedo. Esto no se puede leer de otra manera que no sea “te vas porque yo quiero que te vayas”. Este encargado es más de lo mismo.
El hombre que llegó para usar la inteligencia policial en este delicado cargo, Emilio García Ruiz, al que se le creó toda una Secretaría de Seguridad Pública, al parecer no sabe lo que hace, porque su explicación del cambio de Aparicio dice mucho, según se deja sentir en la prensa, cuando afirma: “…formar una institución que pueda ser la encargada efectivamente (subrayo ‘efectivamente’) de hacer la transición en temas de seguridad”.
Este hombre “inteligente” olvida un par de cosas al menos: que una Secretaría de Seguridad Pública ya ha existido en Chihuahua y no sirvió para nada y, en segundo lugar, que el quinquenio se acaba, por si está pensando que tiene todo el tiempo del mundo en sus afanes reformistas.
El gobierno de Corral da muestras de su enorme incapacidad para tomar decisiones. La salida de Aparicio, proporcionalmente, se tardó lo que tarda en pasar el cometa Halley por aquí. El asunto sería menor si no fuera porque esto se tasa en cifras funerarias: muertos, muertos y más muertos. Bueno, y también negocios.