El día de ayer en la nota roja Chihuahua se enteró de la muerte de Sara Gallardo (87 años) y Ramona Burrola (63 años). El hecho aconteció en la avenida Pacheco, donde fueron atropelladas.
Por cómo son estas notas, aparecen un día en lo que podríamos llamar “a ocho columnas” y luego desaparecen de inmediato. Nunca más nadie se va a enterar de nada, porque pasarán a ser sendas estadísticas del Registo Civil en el libro de defunciones o en el registro de algún índice de algún juzgado penal. Pero sin duda el suceso, triste de suyo, debe dejar al menos la inquietud de una reflexión llamada a no perder de vista. Empiezo con una pregunta: ¿qué tienen que hacer, sobre todo la que sin duda es una anciana, en la calle y en una arteria transitada y peligrosa?
No me queda duda de que alguna urgencia trataban de resolver, no lo sé, pero lo que sí sé es que detrás de este suceso hay un descuido descomunal por la edad avanzada de las personas y en este caso de las mujeres.
Se suma el hecho al dolor que provoca la pandemia, a la ansiedad que corroe a los que tienen que buscar la vida en la calle, seguramente cuidándose de la enfermedad, pero a merced de una infraestructura humana que se olvida de aquellas y aquellos que llegan a una edad avanzada y han de andar en la jungla urbana, seguramente porque en el merecido lugar que se han ganado no hay para resolver el día a día.
Porque lo ignoro, no sé si se trate de una imprudencia o un exceso de quien conducía el vehículo; no me refiero al nivel de su culpabilidad, pero quienes no tienen justificación alguna son los que no señalizan las calles, no vigilan y protegen a las personas, sino sólo tienen ojos para las máquinas y las infracciones que con ellas se cometen.