Poco antes de que se declarara la pandemia actual, un profesor morenista me invitó a dar una conferencia sobre el libro de López Obrador, “Hacia una economía moral”. Acepté, pero las circunstancias impidieron la realización del evento. Le llamé para disculparme y le dije que me había preparado apuradamente, siguiendo las ideas del filósofo André Comte-Sponville, uno de mis favoritos por un rasgo esencial, por su sencillez discursiva, expuestas en su libro “El capitalismo, ¿es moral?”. Le expliqué que lamentaba la suspensión y le leí por teléfono ese hilo conductor que pensaba poner a consideración del auditorio y que me parece fundamental para el tema.

Para que no se pierda el compromiso, lo refresco citando ese pensamiento: “Si la ética fuera fuente de beneficio, sería formidable: ya no habría necesidad de trabajar, ya no habría necesidad de empresas, ya no habría necesidad de capitalismo, y los sentimientos serían suficientes. Si la economía fuera moral, sería formidable: ya no habría necesidad ni de Estado ni de virtud, y el mercado sería suficiente. Pero no es así. Somos nosotros los que tenemos que extraer las consecuencias. Porque la economía (especialmente capitalista) no es más moral de lo que la moral es rentable –distinción de dos órdenes–, tenemos necesidad de las dos. Y porque ni una ni otra bastan, ¡todos tenemos necesidad de la política!”. 

Así las cosas.