Nada más faltaría, siguiendo el ejemplo de Trump, que amurallaran la ciudad de Chihuahua para ponernos a salvo del crimen. Hablar del “efecto cucaracha” como lo hace la señorita María Eugenia Campos Galván, presidenta municipal de la ciudad capital del estado, es tanto como pensar que aquí todo va bien pero luego vienen los de fuera a descomponerlo. Es tratar de poner fronteras artificiales a la comprensión de un fenómeno muy complejo que de hecho está en todas partes y con gran movilidad. 

La demagogia busca hacernos pensar que vivimos en un edén, que luego subvierten otros canallas, los fuereños, los forasteros, los del sur, en fin, el enemigo externo.

Aquí, como en otras partes, tenemos una delincuencia arraigada que opera varios rubros y que todos los días se ríe a carcajada batiente del famoso Escudo Chihuahua, que no contiene a nadie (recuerden el homicidio del policía Peñaflores) y que es más poroso que un queso gruyere, o si lo desea, que Bob Esponja.