No se trata únicamente de ver la función gramatical del adjetivo comparativo “más”. Ahora que visitó la ciudad el presidente López Obrador nos espetó una frase binaria de las que acostumbra en sus discursos. 

Palabras más, palabras menos, nos dijo que merecen más respeto los opositores que los abyectos. El problema de fondo es qué tribunal de consciencia puede dirimir quiénes son unos y quiénes son otros, y si realmente es admisible en democracia que exista.

La frase pretendió presentar a un ecuánime presidente frente a la denostación sufrida en el mitin moreno por Javier Corral Jurado. Pero si bien pudo cambiar la circunstancia y salvarlo de un linchamiento verbal, la realidad es que la única frase válida es, sin pretensiones comparativas adjetivales, que en boca de un presidente sólo es admisible que a la oposición se le respeta, punto. Quiero decir que no se trata de que sea poco o mucho, simplemente el respeto a secas. ¿Qué es difícil esto? Me queda claro, lo que me preocupa es ese afán maniqueo de dividir a un supuesto mal del bien, estableciendo un enorme abismo entre ambos y dejando como juez al poder mismo, que puede cambiar su brújula a placer. O sea, hoy eres respetable, mañana puedes ser abyecto. 

En el cambio de estilos, más que de régimen, Javier Corral no ha sabido acomodarse. Invitado de última hora al mitin del sábado, decidió ir y verse practicante de un oficio inusitado: parte del comité de recepción y ubicación en el presidium. ¿Esa es la pluralidad que defiende y que se agota en el disparo de una cámara fotográfica?