Una fotografía no es un retablo, ni mucho menos. Tampoco es una pintura mural o de caballete. Sin embargo, puede ser tan o más poderosa que cualquier otra obra de arte y su valor casi siempre está intrínseco en la percepción que cada quien tiene sobre lo que ha querido expresar el autor o la autora.

Por eso es quizá que suele decirse, en el argot cotidiano, que una imagen dice más que mil palabras. Y ciertamente lo es. No hace falta mucho para poner a prueba lo que, digamos, puede ser una observación propia del empirismo: imagine usted a Javier Corral celebrando al lado de los militares de alto rango destacados en la Quinta Zona, festejando el Día del Ejército. Imagine por un momento que están desayunando con la tropa y con miembros de la burocracia, rodeados de representantes de los tres poderes, y en el centro del recinto ‘Tony’ Meléndez, el exdiputado duartista y vocalista del Conjunto Primavera al que ahora, por necesidades del momento, Javier Corral le aplaude de manera entusiasta –así se ve en la foto– sus canciones.

Hasta podría pensarse que son gajes del oficio, de formas de ser que exige la cortesía republicana, la imparcial cordialidad del gobernante para un artista cuya calidad y prestigio no se regatea; no así su vida pública como político priísta y utilitario colaborador de César Duarte cuando este ya era el César Duarte que todos conocemos, pero que no podemos ver porque anda prófugo.

Porque hay de vínculos a vínculos. En los anales de Javier Corral quedarán sellados los que tiene con Jaime Ramón Herrera Corral. Y no es sólo la coincidencia del apellido. ¿O no?