Los órganos constitucionales autónomos no son ninguna moda, ni capricho de nadie. Han sido producto de una reestructuración democrática del Estado. Resulta evidente, en el caso de los órganos electorales, que le cercenaron al viejo autoritarismo priísta el monopolio de hacer desde el aparato de Estado y su otrora poderoso partido el PRI, el control casi absoluto de todos los procesos electorales. Es una historia muy conocida. No los defiendo como entes perfectos, incluso son obvias sus desviaciones, pero su esencia está vigente y sólo un afán dictatorial puede destruirlos. 

Defiendo estos aparatos de Estado y, por decir un ejemplo, no me gustaría que el Banco de México pudiera emitir sus altas decisiones con un simple endoso del presidente, lo que no desresponsabiliza al banco central de actuar en defensa de los intereses del país. Hay que distinguir entre una y otra cosa. Sólo los que sostienen una visión prodictatorial piensan lo contrario.