La semana que concluye ocupó a Javier Corral con un pronunciamiento importante, por su contenido, pero que los medios mayoritariamente desdeñaron, quizás válidamente por ser una más de las fantasías que suelen caracterizar una retórica ya muy conocida. Se trata de sueños, que sueños son. Recogiendo de aquí y de allá las escasas declaraciones de Corral, estaríamos en presencia de una propuesta que podríamos sintetizar, en primer lugar, reseñando lo que los medios no entrecomillan,  que haría innecesario, por redundante, lo que los mismos atribuyen directamente al todavía panista.

Dijo Corral que quiere implementar elecciones primarias en la entidad mediante una reforma electoral, luego de la decadencia que han venido sufriendo los partidos políticos en los últimos años y que deben asumir su responsabilidad por los resultados del pasado 1 de julio en que la victoria de AMLO se puede atribuir al esfuerzo que hizo durante varios años por llegar a la Presidencia, pero también a la falta de procedimientos democráticos y transparentes. Conviene acotar aquí que en todo esto no medió la más mínima autocrítica de su comportamiento, tolerancia y apoyo a la candidatura de Ricardo Anaya, al mismo tiempo candidato de un partido en extinción, como el PRD.

Según expresó Corral, una manera de reforzar el sistema democrático del país es que las organizaciones partidarias elijan a los candidatos el mismo día, para evitar que algunas personas interesadas en obtener una candidatura brinquen de un partido a otro. 

Parra ello, quiere convencer a las fuerzas partidistas representadas en el Congreso, incluso a las de Acción Nacional, cuya dirigente estatal, señalan algunos medios, refirió hace poco que busca diferenciar al PAN de Chihuahua, y la reforma a las elecciones primarias es una manera de marcar esa pauta. A Corral le gustaría que el Congreso local le aprobara su reforma antes del 2021, año de renovación de poderes en la entidad.

En la coyuntura actual, luego de la elección federal de 2018, uno de los saldos más preocupantes para el pluralismo y la democracia fue el deterioro del sistema de partidos con los que caminó la transición, al menos de 1997 para acá, siendo este año el inicial de una derrota con muchas consecuencias, tanto para el PRI como para el viejo presidencialismo. Recuérdese que ese año el PRI perdió el control de la importante Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, que tiene como facultades exclusivas dos que son esenciales: decidir el Presupuesto de Egresos de la federación y todo lo que tiene que ver con el control de las cuentas públicas. 

Ese deterioro de los partidos afectó de manera descomunal al PRI y al PAN, y al PRD prácticamente lo desdibujó de la geografía política, que antes le daba la hegemonía en materia de izquierda política. Como se sabe, MORENA emergió en las elecciones principales del año pasado como un partido poderosísimo, si examinamos la Presidencia de la república y el Congreso general, sin perder de vista que el fraccionamiento del voto fue sumamente abigarrado en materia municipal, lo que permite construir escenarios de análisis no tan triunfalistas para el partido de López Obrador.

Pero de todas maneras el sistema de partidos ha caído a niveles muy bajos. Para reconfigurarlo hacen falta muchísimas cosas, y desde luego una legislación que le de el vuelco a ese mañoso y arbitrario sistema de monopolización de las candidaturas, que fue frecuente ver cómo quedaban en manos de una cuantas camarillas. Ejemplo palpable de esto es la designación misma, por una junta de notables, de la candidatura del proponente de las primarias, Javier Corral Jurado. Reconozcamos que al menos sabe de qué está hablando, porque en el origen de sus privilegios están precisamente buena parte de sus candidaturas ganadas no en el territorio de la competencia, sino en el procesamiento dentro de esas camarillas.

Pero no quiero quedar en lo que pudiera pensarse como un argumento ad hominem. En realidad, aunque las primarias no garantizan per se una gran democratización del sistema partidario, serían un paso significativo si fueran factibles en el momento actual y desde el ámbito local. Recordemos que desde 2017 el Ejecutivo estatal intenta llegar a una reforma electoral que contempla las primarias; una iniciativa legislativa local ya da cuenta de que esto es historia. Ni siquiera formó parte de la agenda real el decidirla, pues se le trató de soslayo dándole preferencia a lo pragmático: la reelección de alcaldes y diputados, que desde luego pasó casi con dispensa de trámite. 

La propuesta de las primarias no tuvo esa suerte, no obstante los argumentos que se esgrimieron desde entonces por el mismo Corral y que sucintamente se contraen a esto:

  1. Los partidos eligen candidatos con el voto ciudadano, generando competencia real y legitimación de origen para quienes ostenten cargos públicos.
  1. Es una alternativa a la ola de rechazo hacía el sistema de partidos y de selección de candidatos, en donde la sociedad ha tolerado los esquemas de las “convenciones” y decisiones de un grupo selecto.
  1. Soluciona la “patología del método de nominación a puerta cerrada” para quedarnos con candidatos surgidos de un proceso transparente.
  1. Las elecciones primarias abiertas entregan a la ciudadanía un mensaje de mayor transparencia, lo que genera un efecto positivo en el electorado; promueven en el ciudadano una mayor credibilidad e interés por la política.
  2. La implementación de un sistema de elecciones primarias abiertas, ampliará la participación de la ciudadanía y a su vez evitará que las cúpulas de los partidos manipulen las candidaturas a su favor.
  1. Reconocer que el sistema político actual se encuentra caduco, pues las instituciones, como producto del intelecto humano, cumplen un ciclo de vida, en el cual, tarde o temprano, necesitan evolucionar. 
  1. La falta de límites legales claramente establecidos en la conducta de los partidos políticos, aunada a la práctica clientelar, han fortalecido a las élites en las dirigencias y ha minado el régimen democrático (…); los partidos políticos se han convertido en bienes privados, negocios familiares o socios silenciosos, lo cual anula a la democracia interna partidista e impulsa la corrupción.
  1. La inserción de las elecciones primarias embona de manera muy complementaria con otra figura de reciente creación: la reelección, (la cual) estaría sujeta a un verdadero criterio cuantificable y al reflejo de sus resultados como funcionarios.

En resumen es que de buenas intenciones están empedrados los caminos hacia el infierno. Sólo crueles decepciones, como dice la canción. Como reformista, el gobierno panista anda por la calle de la amargura, y si bien reconozco que hay un proceso muy complejo de centralización política que no le augura buen puerto a estas ideas, no es en el Congreso local donde se puede obtener el cambio del que aquí hablamos, sino ante el Congreso de la Unión, donde la voz de Corral no se escucha y menos si la misma lo que en esencia sugiere, y también soslaya, es que se trata de una transformación de fondo a la mismísima Constitución General de la República y su artículo 41. 

La conclusión es que estéril será convencer a los diputados del Congreso local, porque los que deciden, si es que tienen esa atribución, son los congresistas federales, y ahí poca tribuna tiene el chihuahuense, que a final de cuentas de algo tiene que estar hablando.