Hasta ahora nadie ha inventado un sistema de medición del cansancio de los pueblos con sus gobernantes, el sistema en que viven, las rémoras que sufren y ponga usted en la lista lo que desee. 

Pero de que se cansan, se cansan. Un día irrumpen en la escena y descomponen todo el cuadro de la dominación. Lo hacen de tarde en tarde y, como se sabe, pueden hasta convertir la revolución en una fiesta, pero luego suelen descansar largos ciclos. 

Hay hechos concretos que miden ese cansancio y aquí en Chihuahua hace ya varios años que salimos a la calle cansados de las tranzas de César Duarte y Jaime Ramón Herrera; los denunciamos, les acreditamos sus delitos, los derrotamos electoralmente y, sin embargo, gozan de una impunidad proverbial. 

El presidente de la república ha tocado este punto. Está bien. Pero hechos son amores y no buenas razones: necesitamos a los corruptos de Chihuahua tras las rejas y sorteando un debido proceso. 

Esto si es un verdadero metro, no para quienes luchamos contra la corrupción, sino para quienes tienen la obligación de combatirla con la ley en la mano. No hay excusas.