Ya es un tópico o lugar común en cualquier conversación entre chihuahuenses, referir que el gobierno de Javier Corral es un fracaso en materia de seguridad. También que sus dos prohombres en la materia, César Augusto Peniche Espejel y Óscar Aparicio Avendaño, no dan el ancho en los cargos que ya sólo una necedad los mantiene en sus poltronas. Eso se dice en los corrillos, en la plaza pública, en los bares, en el café, lo mismo que en círculos políticos y empresariales. 

No quiero decir con esto que el reto y la tarea sean pequeños, pero por eso mismo el fracaso se mide con vara más rigurosa. Entendamos que este no es asunto ni de funerarias, ni de testamentarias, ni de simples actas de defunción. Entraña la pérdida de vidas y el desasosiego profundo por todos los rincones de Chihuahua. 

Javier Corral, ya se demostró sobradamente, no está hecho para la administra pública, que demanda segundo a segundo la acuciosa atención de los problemas, más en una sociedad que se duele en todos los aspectos de la vida. 

Ya es inútil insistir mediante la crítica en la necesidad de rectificaciones, en la prudencia que implica hacer un alto en el camino para corregir y hacer pertinente  control de daños. El Ejecutivo es autista y sólo se escucha a sí mismo. Está abocado a su carrera política, a su futuro personal asociado a proyectos de poder y a la atención primordial de la ruta futura de su partido, que la quiere remediar con medidas hereditarias cual si la familia Gómez Morín portara en sus genes esa nebulosa que llaman “brega de eternidad”, que en el pasado le permitió hablar del espíritu de Batopilas por el accidente natalicio del fundador del PAN. En eso, y en otras superficialidades pierde el tiempo el barón que ocupa la gubernatura. 

En eso y en carrera pedestres, saraos, competencias en el green y en dictar, frente al teleprompter el informativo “Puntualizando”, que ya los radioescuchas detestan. 

Llama la atención que los dos funcionarios que están al frente de los aparatos de persecución del delito no gocen de la confianza del personal a su mando, no los quieren un día más. 

Corral dice que le están “calando” al crimen. En realidad lo único que está calado, con motivo de Halloween, son los bigotes con los que se disfrazó Peniche el día previo al de todos los santos. 

Esos bigotes de carbón me hicieron recordar la escena de una película del cine mexicano, cuyo nombre hoy olvido y se contiene en este diálogo:

Le dice un miliciano de la Revolución a otro, para darse mérito: “mis bigotes huelen a pólvora”, para recibir esta respuesta instantánea: “serás cuetero”. 

En este caso, ni eso. La seguridad en Chihuahua es tan falsa como los curvilíneos bigotes que se acicaló el fiscal en el evento cuasi fifí del día de las calacas.