Luego de un reparador periodo terapéutico en el gobierno de Javier Corral, Víctor Quintana Silveira sanó de su patología ósea que le diagnosticó el mismísimo López Obrador.

Con gran sentido taumatúrgico –don concedido a reyes, magos y santos–, fue reparado en sus dolencias y está listo para navegar en otro mar que requiere huesos muy sólidos. Hoy se ha recuperado, milagrosamente se ha repuesto. Abrazos, autorizaciones “compasivas” lo respaldan, en medio del regusto panista por la sanación.

El profesor Efrén González sirvió de ángel anunciador y le dijo: “vuelve a la casa”. Sólo le faltó entonar su discurso con la rítmica voz, muy adecuada en las próximas semanas, de Luis Aguilé, por aquello de la estrofa que dice: “Por eso y muchas cosas más, ven a mi casa esta Navidad”.

Vivimos tiempos cargados de milagros, las herejías grandes y pequeñas quedaron atrás, el proceso de purificación implica la sanación que no la tiene ni esa congregación que se llama Pare de sufrir.