El cinismo de Alfonso Navarrete Prida me recordó una frase de Franklin D. Roosevelt, el presidente demócrata de los Estados Unidos, aquella vez que caracterizó a Anastasio Somoza: “Somoza es un hijo de puta… pero es nuestro hijo de puta”.

Que el día de ayer, con singular vileza haya salido en defensa de su compinche César Duarte, no me extraña: pertenecen al mismo chiquero pestilente de Peña Nieto y se defienden mutuamente cada vez que pueden. No ignora el derecho el secretario de Gobernación que fenece: le reconozco que lo sabe y lo entiende, porque evadiéndolo se ha dedicado de por vida a la defensa del régimen de corrupción e impunidad; pero a su vez aquí en Chihuahua tampoco lo ignoramos y sabemos que él se debiera concretar, en el ámbito que le corresponde, a propiciar que César Duarte sea entregado a la justicia mexicana. Punto.

Aquí sabemos que lamentablemente el derecho que se le tiene que aplicar es el que estaba vigente cuando cometió los delitos, pedir más es violentar el orden jurídico, aparte de inútil. En otras palabras, se metió a calificar los delitos cuando esa no es su atribución.

Navarrete, Duarte y los de siempre.

 

Una cosa está absolutamente clara: Peña Nieto y sus cómplices están tan entrelazados a César Duarte que se ven obligados a defenderlo a ultranza e inusualmente. De paso, piensa Navarrete que castigando a Corral sólo a él lo castiga políticamente. Ya es tiempo de que sepa que golpea a todos los chihuahuenses con sus declaraciones y sus pretensiones. Está convocando al México bronco, al Chihuahua doliente que ha apostado por el derecho pero que está consciente de otras alternativas, quizá no las mejores pero sí las posibles en la óptica de no pocos.

Lo que debió haber dicho, parafraseando a Frankie, es: “Duarte es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta” (me refiero a una filiación estrictamente política, para nada biológica). Así le hubiéramos entendido mejor.

Pero, entiéndalo: no nos vamos a dejar.