Quien haya vivido ayer en las calles de Chihuahua debe pensar que nuestro municipio, la urbe capitalina, ya debe tener el carácter de prioridad ciudadana, que finque sus propósitos en una nueva visión de gobernar para el bien de todos. Es decir, tomar la ciudad y el destino de la misma, en las propias manos. 

Gobiernos municipales, tanto de símbolo priísta como panista, se han alternado en el poder luego de 1983 (tres décadas y media) y el balance que les podemos realizar es adverso. El urbanismo que padecemos ha obedecido a los intereses de una casta de negociantes inmobiliarios sin escrúpulos y que sólo ven cómo acrecentar los bonos de sus empresas año con año. 

Lejos están de valorar el entorno que dispone el medio natural, interrumpen el curso milenario de las corrientes de agua en épocas de lluvia, siembran por todas partes asfalto y concreto; nada los detiene, hacen negocios con el saneamiento del agua. Autorizan fraccionamientos de élite sin ton ni son, construyen puentes y gazas pensando en los intereses de los que ellos consideran ciudadanos de primera, en fin. 

De las históricas colonias de Chihuahua se han olvidado por completo. La Industrial, Santo Niño, Obrera, Santa Rosa, por ejemplo, están en un abandono deplorable en todos los aspectos, y los recursos fiscales –el predial, por ejemplo– que recibe el municipio se emplean para subsidiar a los tiburones del empresariado inmobiliario y cementero. 

En arquitectura, obviamente, siguen las apariencias de una modernidad maltrecha, copian a diestra y siniestra y no les importa para nada valorar ni los recursos hídricos, ni las corrientes de los vientos y mucho menos las posibilidades de favorecer la movilidad urbana que hace de una vida un calvario cotidiano. 

La propiedad privada inmobiliaria decide en términos de dictadura y ninguna obra se consulta, decidiéndose los usos de suelo tras bambalinas y de manera facciosa y corrupta. 

Los parques públicos están en verdadera decadencia, la maleza los invade y a los modestos propietarios con fincas los multan porque no cortan la hierba a tiempo.

Los edificios públicos están sufriendo los temporales porque quienes decidieron su construcción actuaron con irresponsabilidad. 

Esto no va a cambiar si no tomamos al municipio y a la ciudad en nuestras manos. Mientras nuestros gobernantes sigan viviendo de las canonjías y migajas que les da esta oligarquía inmobiliaria, la situación de Chihuahua continuará igual e inalterada. 

Muchas veces se ha dicho que Chihuahua necesita un nuevo sistema de drenaje pluvial; ya ha costado vida y sacrificio de bienes, pero nadie pone remedio. Ni lo pondrá mientras esa oligarquía continúe en el poder. Hay que comprender que el municipio es la comunidad básica, y para que esta exista se requiere ciudadanía activa y presente. 

Es la hora de fincar responsabilidades a empresas como CTU por sus desmanes y su voracidad, con ella a otras más. Un 26 de septiembre reporta esto: peligros y riesgos enormes, daños patrimoniales a miles de ciudadanos, pérdida de miles y miles de horas laborables, para no enumerar más.

¿Cuánto tiempo más se requiere?