Nada sorda es la actividad de la señorita María Eugenia Campos Galván en su desenfreno por el poder. Lo mismo recurre a las recetas de su amigo Jaime Ramón Herrera Corral de certificar a modo sus finanzas, que a la adulación hipócrita del señor Corral Jurado, un factor poco influyente en su partido. 

También presume “sus obras”, en el fondo de las cuales está brillar en los sectores privilegiados de la ciudad, en demérito de las siempre abandonadas colonias populares. El abuso policial reciente es para quedar bien con los de arriba y su «Escudo Chihuahua» es más poroso que una esponja. La propaganda oficial y el chayote brillan por su presencia y, por si fuera poco, cada vez resultan más inocultables sus lazos con las agencias norteamericanas de la ultra derecha. 

En otras palabras, el impulso vital que la mueve son los proyectos de poder, estar arriba. Se cree escogida de los dioses por haber ganado la capital electoralmente hablando, pero ya se mueve en las profundidades de la sociedad un proyecto que va a encarar al panismo decadente para que los ciudadanos recobren el lugar que les corresponde.