Llegar al gobierno no es –al menos no debe ser– la oportunidad para sacar adelante los más íntimos e impertinentes deseos personales. Este fenómeno lamentable lo hemos visto repetirse en Chihuahua en algunos de los gobiernos pasados, y el actual de Corral Jurado no hace la diferencia. Pongo un ejemplo y abordaré brevemente otro: adictos a la tribuna y al micrófono, las instalaciones del antiguo Congreso se usan para sentirse dentro de un parlamento imaginario patológicamente, Duarte en su momento y Corral actualmente.

El otro caso tiene que ver con el hoy: se trata del periódico “Cambio 16”, que en realidad no sirve para nada y es un gasto suntuario. Pero el señor Corral siempre tuvo en deseo poseer un periódico, y he aquí que con cargo al erario ya lo tiene. Siguiendo el ejemplo de gobiernos totalitarios que apuntalan la verdad oficial como la verdad única, imprime el suyo. Para ahorrar en medios –circunstancia que no existe–, se dedica a tirarlo con la edición de su semanario, que ahora hasta costosos carteles panorámicos dan cuenta de su existencia en varios sitios del estado. 

Corral sabe que estas acciones han sido sometidas a críticas con argumentos válidos, más allá de su origen; empero, reitera su desafiante actitud de tener su semanario en circulación. Pero no sólo eso, sino para utilizarlo en su propia apología y alabanza. Va un botón de muestra: se tomó la última visita que hizo el presidente electo de la república a Ciudad Juárez para cabecear el semanario con unos titulares que dicen “Corral propone…”, cuando se sabe justamente que quien está proponiendo es otro; basta ver que en Chihuahua no se ha hecho un intento serio por la paz en lo que va del actual quinquenio. Al contrario, ha traído artificiales motivos de discordia. Pero Corral sigue y sigue, y su jefe de incomunicación, Antonio Pinedo, sigue y sigue. Ya casi no hay boilers que consumen papel, pero ambos siguen y siguen. 

Olvida Corral que cuando las personas persisten en sus conductas que obedecen a una ciega codicia e impiden detenerse en algún punto, el deseo que está detrás no es natural. Como lo dijo Séneca en tiempos de Nerón.