De mucho tiempo atrás viene la idea: donde no hay división de poderes, no hay Constitución. Esa circunstancia ya es una enfermedad endémica y crónica en el estado de Chihuahua, como lo vemos en el gobierno de Javier Corral Jurado. El Congreso hasta ahora no juega su papel, como ya es habitual, y el Poder Judicial se encuentra en tal postración que no da una para llegar a las mínimas condiciones con las que ha de resolver los asuntos esenciales y tampoco los de menor tamaño.
La creación del Consejo de la Judicatura, sujeto al grotesco cacicazgo de Luz Estela Castro, ha empeorado las cosas, aparte de convertirse en una carga presupuestal.
Tales son las lecciones que se desprenden de las fundadas y valerosas denuncias presentadas ante la sociedad por el Foro-Colegio de Abogados de Chihuahua A.C., en relación a las plazas para acceder a la carrera judicial en calidad de juez de primera instancia. La denuncia demuestra que el comportamiento de los corralistas en el Poder Judicial está guiado por la lógica de lo contrahecho. Pareciera que el lema es: hacerlo todo de mala manera. Por eso no extraña en lo más mínimo que el mencionado Foro-Colegio exija transparentar el procedimiento, lo que en realidad ya ha sucedido a impulso de la misma organización de los abogados, a lo que se suma la petición de dar a conocer los criterios utilizados para seleccionar y evaluar a los aspirantes, la elaboración de los exámenes y su valoración en puntos. También, y para demostrar que han atrapado, con los dedos contra puerta, a los capos corralistas del Judicial, se exige que den a conocer las actas de acuerdos, los registros de las calificaciones y los resultados obtenidos por cada uno de los aspirantes; así sabremos los vicios del procedimiento.
Es válida la pretensión del Foro-Colegio para que se reponga el concurso, es decir, que realmente lo sea. Mientras el Poder Judicial esté en manos de logreros y caciques del tipo de Pablo González y Lucha Castro, respectivamente, aparte de no generar condiciones para que la división de poderes ocurra, vamos a carecer de un Poder Judicial garante del Estado de derecho, que menciona solemnemente en sus discursos Corral, pero que no está en ninguna parte. Ni quiere que esté.
Somos en el devenir del tiempo los tatarabuelos y tatarabuelas que han venido desempacando de las cajas, otras cajas y otras que contienen cosas que contienen otras cosas: el dolor social. De nada le ha servido a la mujer y al hombre la experiencia para enfrentarlo y vencerlo, al contrario somos los y las perfeccionamiento del dolor que aqueja a la justicia, a la economía, a la sociedad en su conjunto. Como en la guerra visualizamos al dolor como enemigo a derrotar, sin embargo las estrategias, los métodos, procesos, normas, leyes,en fin, las Políticas Públicas programadas en agendas políticas e institucionales están vacías. Las inventamos por capricho u ocurrencia con el ánimo intrínseco de que no sirvan para nada, para que todo siga igual o peor. Las cajas están ahí y nos siguen encajonando en el mapa de la ruta del fracaso.
La obediencia y sumisión de los poderes legislativo y judicial son una realidad hoy y antes, nada justifica esa obediencia al ejecutivo, hay de aquel que ose oponerse o señalar alguna deficiencia del gobierno actual o anteriores, el servido de transporte, la deuda, los jueces, el auditor etc. Son temas de siempre y siempre hacen un demacre con tal de agradar al gobernador en turno, jodidos ustedes! yo no. Salió igual de malo el azul que el colorado.