Se pregunta un filósofo francés: “¿Por qué escribir una carta? Porque no se puede ni hablar ni callar”. En el caso que me ocupa: lo primero ha resultado imposible, por la negativa contumaz a conceder una audiencia a la que estás obligado en tu calidad de funcionario público; lo segundo, porque no puedo guardar en el silencio tus declaraciones, mediante las cuales afirmas que Manuel Bartlett Díaz apoyó a Unión Ciudadana, lo que constituye una gran mentira que requiere mi reconvención por el papel que me obliga al frente de esa modesta organización, de la que te separaste al lograr tu elección como gobernador en 2016.

Cuando se lanzó el proyecto de crear Unión Ciudadana, el 23 de septiembre de 2014, un puñado de hombres y mujeres libres iniciamos una desigual batalla contra la corrupción política encarnada en el dueto Peña Nieto-César Duarte y de tal fecha prevalece, hasta ahora, la transparencia de todas las relaciones que se trabaron para lograr ese fin, de tal manera que lo primero que me sucedió al escuchar y leer tus declaraciones me sorprendió, por la facilidad con la que mientes, precisamente a la hora en que Manuel Bartlett Díaz es motivo de escándalo por su designación futura al frente de la Comisión Federal de Electricidad.

Te cuentas entre las escasísimas voces importantes que avalan hoy al exsecretario de Gobernación de Miguel De la Madrid Hurtado, el autor del “fraude patriótico” contra Francisco Barrio en 1986 y Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Si tratásemos de encontrarle alguna lógica a tu bartlismo, la encontraría en aquellas sabias palabras de José Revueltas con las que afirmó que en México la amistad es una ideología, a lo cual agregaría que también es una conveniencia cuando se necesita un pasaporte para llegar con Andrés Manuel López Obrador.

Cuando se suscitó el ruido ensordecedor de repudio a Manuel Bartlett y también las voces serias que se han levantado para poner las cosas en su lugar, tú sales en su defensa a exaltar los servicios que le ha prestado al país, en una actitud que viene a demostrar las recurrentes mutaciones de tu carácter y la incongruencia con lo que, se supone, son tus principios.

Pongo un par de ejemplos: en tu campaña por la presidencia del PAN contra el joven Anaya, nos dijiste que se le habían hinchado las manos de aplaudirle a Peña Nieto, mostrando como telón de fondo el Pacto por México, suscrito por Gustavo Madero Muñoz, apoyado también por ti, como consta en un extenso artículo debido a tu pluma. Después, ya postulado el queretano, se te hincharon las manos de tanto aplaudirle y reconocer lo bien estructurado de su pensamiento. Igual hiciste –es el otro ejemplo– con Patricio Martínez y con Reyes Baeza, los exgobernadores a los que denominaste como autores de una regresión autoritaria y corrupta en el estado de Chihuahua.

Volvamos a la almendra de esta nuez. Bartlett tiene una trayectoria que lo coloca en el lado oscuro de la historia. Es una historia de atropellos, crímenes y homicidios. Durante el gobierno de Miguel De la Madrid, y en el de Salinas, inició un proceso que para el PRD de esa época dejó medio millar de muertos, militantes de ese partido que encararon en diversas partes de la república la lucha contra la usurpación. Hay elementos para pensar que “Maquío” corrió la misma suerte. Su papel en la guerra sucia contra la guerrilla, el exterminio de periodistas incómodos, no son suficientes para que cuando menos el pudor te obligara a la autocontensión. Hay una máxima que recomienda poner a las palabras el sello del silencio, y al silencio el de la oportunidad, pero bien se ve que esto no va contigo.

Tu veleidad en este asunto se encuadra precisamente en el oportunismo, en la cortesanía que antepone lo esencial a lo circunstancial, a los lazos de afecto que legítimamente te pueden atar a Bartlett. Al declarar que este apoyó a Unión Ciudadana, aparte de mentir, se advierte que de lo que se trata es de quedar bien ante López Obrador, pues aparecerías como una voz especial y solitaria que lo apoya ante el alud de críticas que sobrevinieron a la futura designación del poblano. Como miembro de la clase política estás expidiendo un aval que nadie te pidió, por conveniencia, y crees que no lo vemos; te acercas al presidente electo contra el que tuviste palabras fuertes, que pudieron estar en boca de tu partido para brindarte a ti una oportunidad de una relación más tersa, que tu dañas por tu afición a la retórica efectista.

En México se construyen trayectorias artificiales en base a discursos. Por ejemplo a Colosio, beneficiario y perjudicado por la acción criminal de los Salinas, se le quiere deificar por un discurso, como tantos otros se han intentado. En este caso, Manuel Bartlett recurrió a la misma artimaña y hoy se viste con ropajes nacionalistas con los que oculta sus crímenes, que tú conoces bien.

Bartlett, después de la gubernatura priísta de Puebla, le compró al Partido del Trabajo –solapador del más descarado pensamiento antidemocrático y totalitario– una vida parlamentaria que permitió construir una relación de amistad contigo; el hecho es público y algo de lo privado también se ha conocido a través de los medios. Pero, desprender de esa amistad el hecho de que haya apoyado a Unión Ciudadana no me explico de dónde sale, porque de haber existido ese apoyo sería de mi conocimiento y nada tengo qué ver con eso. Probablemente te apoyó a ti, pero esa es otra cosa, porque en el tiempo que participaste en Unión Ciudadana jamás dijiste nada, y ahora nos desayunamos con la noticia de que Bartlett fue nuestro aliado solidario. Vaya falsedad.

Mero trámite, pudo haber firmado un punto de acuerdo sin destino en la vida parlamentaria, de esos que se suben a tribuna y que no llegan a ningún puerto; puede ser que haya habido una firma, o unas palabras cruzadas de curul a curul, pero eso está lejos de traducirse en un apoyo a Unión Ciudadana. Quizá a ti te benefició, y eso es harina de otro costal.

Hoy adoptas una actitud redentorista contra tus otrora acusados (pienso en Jaime Herrera Corral, que de alguna manera es también César Duarte) y en tu apología de Bartlett hay ruindad y engaño. Con estas palabras pretendo limpiar el buen nombre de Unión Ciudadana, que nunca recurrió ni a solicitar ni a recibir el apoyo de un hombre manchado por la negra historia del PRI, que ha golpeado a México y a Chihuahua en particular.

Por lo demás, quiero decirte que no me causa extrañeza tu comportamiento: es típico de los miembros de una clase política con proyectos personales, y que para desplegarlos poco les importa la denostación que sus palabras sugieren.

Es una historia con muchos ejemplos, este sería uno más, por cierto poco importante. Memorable es, en cambio, la rehabilitación hecha contra los hombres y el pensamiento liberal mexicano de Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos durante el porfiriato. Y las que el PAN ha hecho en personas de la catadura de Yunes Linares en Veracruz o Moreno Valle en Puebla. En fin, no creo que valga la pena seguir emborronando el cuaderno con estas notas.

Pienso que la clase política mexicana, de la que formas parte, le ha asignado al país una calidad teatral tan grotesca que nos la quieren pasar de contrabando como la realidad misma. Debemos poner un alto a esto.

Los marineros –valga la comparación– tienen que reparar en ocasiones sus barcos en alta mar, sin el apoyo de diques y astilleros. Tú no hallas cómo reparar la nave cuyo timón traes en las manos. Con tu apoyo a Bartlett nos estás diciendo que eres ineficiente para la tarea y que –volviendo a la idea del teatro– quieres llegar con el aval de Bartlett y de su mano ante ya sabes quién. No hay coherencia, diría el viejo maestro de mi preparatoria.

El filósofo al que invoco a la entrada de esta carta, Javier Corral, dice que “no las escribimos para vencer a la muerte ni para vencer al tiempo, sino para habitar juntos cuanto podamos, a pesar de la separación, a pesar del espacio, el poco espacio que se nos ha concedido en común”.

Tú has contribuido, por tu falta de pericia y por encima de tus deberes, a estrechar esos espacios, porque esto que hoy te digo por escrito, mejor te lo podría decir de frente, sobre todo por la impostura de meter a Bartlett a una causa en la que no estuvo, manchando a Unión Ciudadana.

La urbanidad, que no es virtud pero ayuda a construirla, me dicta cerrar esta misiva con la palabra “atentamente”.