El desenlace de la desaparición de Perla Ivonne García Pérez fue un feminicidio más. Otro clavo en la cruz. En el estado de Chihuahua –sea con gobierno del PRI o del PAN– ya se pierde la capacidad de asombro y se ha convertido en un gran almacén de agravios por falta de una política de seguridad ciudadana, preventiva y diseñada a partir de criterios de inteligencia. Los aparatos de justicia han traicionado a la población. Los gobernantes viven para esquivar el bulto, otorgar disculpas, enviar condolencias cuando el caso es especial y en la realidad está demostrado que no sirven para nada.

Casi se puede aspirar al récord Guinness de las tragedias: ahí está el crimen de Miroslava Breach; la impunidad de Duarte y Jaime Herrera; los crímenes de todos los días y el muy grave de la colonia Rosario en un centro de rehabilitación; la depredación del medio ambiente y la tragedia de Urique. La lista podría engordar, sólo para demostrar que ya llegamos a la barbarie y a la ausencia de Estado. En esta circunstancia están las desapariciones recientes y el crimen de la enfermera García Pérez.

Esta columna se duele de todas estas noticias negras, siniestras, pero también levanta la consigna de que Chihuahua debe empezar a renacer a partir de un gobierno provisional y ciudadano que tome las agendas más sentidas desde la raíz para su solución. Un filósofo dijo que no se piensa igual en una choza que en un castillo, tampoco en un club de golf que en una colonia modesta.

Ya basta de disculpas y de apostarle a que el tiempo pasa y simplemente se acumulan las historias negras en un rosario que admite tantas cuentas como estemos dispuestos a cargar.

No sirve de nada decir ¡ya basta!, y sólo quejarnos al interior de las casas, y a lo más apretar los puños adentro de las bolsas de nuestra ropa.

Va mi solidaridad completa con la familia de la enfermera Perla Ivonne García Pérez, y mi voluntad, por pequeña que sea, para poner un punto final a este drama chihuahuense.