Al panista Ramón Galindo, aspirante a ocupar la Presidencia del municipio de Juárez por segunda ocasión, lo vi en un video, difundido por redes sociales, quejándose de las inundaciones recurrentes que golpean a la ciudad fronteriza y sus habitantes por la falta de obra pública que resuelva este percance que año con año golpea a una ciudad con tantas carencias urbanísticas como esa. Galindo, expresa e implícitamente, lanza una crítica al gobierno de Cabada y a otros que lo precedieron. 

Empero, hay un detalle que no se puede pasar por alto: Ramón Galindo es un político que ha hecho de esta actividad su profesión primordial: acaba de ser alto funcionario del gobierno corralista para ponerse en ruta a su más reciente proyecto; antes fue diputado, funcionario municipal, senador de la república, y en un tiempo ya olvidado, alcalde de la entidad que pretende gobernar de nuevo. 

Estos precedentes, por sí solos, obligarían éticamente a Galindo a ser autocrítico, por una parte; por otra, a rendir cuentas del problema puesto que él ha estado donde se pueden sentar las bases para que se resuelva. Pero no, prefiere mostrar el percance como si él fuera totalmente ajeno al mismo; vale decir, como si no hubiera tenido los instrumentos para buscar la solución. 

Esto me orilló a advertirle por las redes su desvergüenza. Sostengo las palabras más allá de que sus huestes, racistas y clasistas, me clasificaron de dos maneras: “chairo” y “habitante de Chihuahua”, como si una y otra cosa destruyeran el reclamo. 

La mentira no hiere, empero sí contribuye a mostrar las miserias de un político con una historia que al menos lo hace corresponsable de la situación que tiene Juárez. ¿Ya no recuerda que cuando fue candidato al Senado propuso botar las rejas de todas las casas, como en augurio de que vendría la paz? Sabemos lo que ha pasado, y que quede claro que no responsabilizo de todo esto al político panista, simplemente digo que es parte del problema como para pretender que tengamos agrado por sus canciones de campaña.