Cuando Óscar Alberto Aparicio Avendaño llegó a encabezar las tareas de seguridad en el gobierno de Javier Corral, ofreció mucho; dijo que cambiaría y limpiaría la estructura y operatividad de la Comisión Estatal de Seguridad buscando su mejoría, y hasta advirtió que cumpliría con sus deberes ciudadanos. La realidad lo ha desmentido: su desempeño lo ha colocado del lado del fracaso; no obstante, presenta su asombroso currículum vitaeen el que menudean tareas ligadas a la inefable Procuraduría General de Justicia y títulos académicos, de aquí, de allá y de acullá.
En realidad sí sabe vestirse como Rambo, se cala bien los lentes oscuros y se acerca trajeado a las escenas del crimen portando el infaltable teléfono celular, pero fuera de esa escenografía, en la que también se exhibe portando armas, la inseguridad galopa a toda velocidad en Chihuahua que amenaza con devorar al gobierno.
La decadencia; como la primavera del poema de Antonio Machado, nadie sabe cómo ha llegado; y como ambas, está en todas partes. Se creyó que la revolución convertida en ciencia universal, sería la llave de la historia, el sésamo que abriría las puertas de la cárcel en que hombres y mujeres han vivido desde los orígenes. Ahora sabemos que esa llave no ha abierto ninguna prisión: ha cerrado muchas. El porvenir desciende en la forma, a un tiempo abominable e infinitamente seductora, de la decadencia. El futuro al fin tiene rostro y nos da legitimidad histórica.