La materia prima de la política y del ejercicio del gobierno es el conflicto. Sólo el general Praxedes Giner Durán –por cierto mi paisano camarguense y amable vecino de la casa, aunque esto nadie lo crea– se atrevió a decir en su rusticidad que “los problemas del estado no lo dejaban gobernar”. Ni el monarca más absoluto se vio al margen de tener que encarar y resolver conflictos, así lo hiciera a través de medidas de fuerza y sin razón. Quien crea que se llega al gobierno para saborear únicamente ricas mieles, a parte de ser un ingenuo, está rotundamente equivocado. En esto no hay idilios.

Lo dicho quiere ser –no sé si lo logre– un telón de fondo para hablar del conflicto de los maestros de la Sección 42 del SNTE con el gobierno del señor Javier Corral. Desde luego que tiene muchas aristas como para pretender abordarlas en la brevedad de esta columna.

He estado con algunos maestros en el plantón frente al Palacio, los conozco de muchos años a la fecha. Por mi calidad de abogado practicante del derecho laboral sé de las razones que les asisten, las cadenas que les oprimen, el reclamo puntual de sus derechos, y comprendo también que se hace política (no creo que en los movimientos sociales haya fenómenos químicamente puros). Sería de ñoños no entender estos así, de tal manera que cualquier quejica al respecto suena hueca, venga de donde venga.

En política es frecuente que se narren unos objetivos y se oculten otros. Esto no es ninguna novedad, tampoco. Es casi natural que esto suceda en una sociedad cargada de conflictos irresolutos, como fácilmente se puede advertir en todo lo que se refiere a la educación en el país, con especificidad en la básica.

En otras palabras, lo que quiero decir es tres o cuatro sencillas frases: los maestros hacen política, claro que hacen política; Javier Corral hace política, claro que hace política. Entonces no tienen por qué quejarse, ni mentir, ni decir que las cosas son de un color cuando se advierten otros matices. Pero hay diferencias.

El que gobierna está obligado a prevenir los conflictos, a resolverlos cuando estallan y a evitar pretextos y explicaciones; más cuando ese gobierno se empeña en batallas políticas contra el gobierno federal y su partido, pensando con ingenuidad que estos no tienen sus ejércitos bien apostados en el territorio chihuahuense para contener la disidencia. Cuando uno inicia una batalla es conveniente hacerse cargo de las fortalezas del adversario, y en esto creo que Corral se ha equivocado.

Antes de esa contienda debió cumplir con sus obligaciones con los maestros y –se dirá– de todas maneras estarían en las calles. Es probable. La diferencia es que sin la legitimidad de reclamar justicia económica en lo que a todas luces se debe. Y en esto juega un papel más que significativo que las instituciones de educación reporten crisis y conflicto, precisamente porque quienes las encabezan no tienen las tablas que se requieren para estar en esos aparatos de Estado. Ahí están, no sólo los maestros de la Sección 42 del SNTE, sino también los académicos de la Universidad Pedagógica Nacional y los del COBACH.