Si acaso la vió, no entendió las moralejas. Pablo Cuarón Galindo, el secretario de educación de Javier Corral, es probable que no haya leído la novelaEl padrino, de Mario Puzo, ni la notable película del mismo nombre realizada bajo la dirección de Coppola. No sabe, no entiende, aunque probablemente lo haya sufrido en la vida personal y familiar, lo que es “negociar” cuando te ponen una pistola en la cabeza.

A decir verdad y sin desentendernos de las particularidades políticas que hay en el conflicto magisterial, a nadie le han puesto un arma de fuego en la nuca. No estamos ahí, aunque a veces podemos pensar que la violencia que golpea a todos los chihuahuenses –no nada más a quien no está solo– semeje la más siniestra amenaza que hemos padecido en toda nuestra vida como Estado.

Lo qué hay es un conflicto con una organización sindical que ha decidido recurrir al paro para reivindicar, defender y obtener la satisfacción de las demandas individuales y colectivas que hierven abajo, en las bases magisteriales. Además, se trata de un conflicto que era previsible con muchos meses de anticipación, que era solucionable y, por tanto, evitable, prevenible, negociable si estas palabras van adosadas de una voluntad política de ejercer una administración y una gobernabilidad, ya no digamos de alta calidad, bastaría que estuviera en lo ordinario para que, no sin rispideces lo reconozco, se encontraran las soluciones que el caso amerita.

Pero esto no es posible porque el secretario Pablo Cuarón, a parte de no ser la figura adecuada para encabezar el aparato administrativo que se le entregó para la satisfacción de intereses partidarios y empresariales, desentendiéndose de sus carencias de conocimiento de fondo en la materia y de la sensibilidad que se requiere para encabezar un área altamente demandante del gobierno. Sin exceso, lo sabemos, abarca a la sociedad en su conjunto. Pablo es un hombre que ha estado atrás de un escritorio empresarial, que práctica una filantropía con la que inútilmente se pretenden amortiguar los grandes conflictos que están en la sociedad, larvados y que pronto estallarán.

Educadores hay en Chihuahua y que podrían ocupar el cargo por sus mejores trayectorias y genuinas credenciales, pero el gobierno de Corral, en la trayectoria casi permanente de la cultura política autoritaria, no ve maestros con estaturas para esa empresa, los buscó afuera. Estima que es un simple cargo administrativo, olvidando grandes lecciones de la historia mexicana, en las que puedo incluir figuras tan disímbolas como Gabino Barreda, Justo Sierra, Jose Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, por ejemplo.

El señor Cuarón no da el ancho: por carecer de experiencia en la tarea educativa, en administración pública y, sobre todo, en la destreza honrada y profesional para encarar a un sindicato, agravado el hecho por la historia sindical, política y corporativa de todos tan conocida.

El gobierno de Corral se decanta, al actuar así, por un esquema en el que se mezclan la exageración –“no vamos a negociar con una pistola en la cabeza”– para comprender un conflicto sindical y laboral que tiene solución y además es sencilla. Al parecer, han optado por el andamiaje del esquirol, del rompe huelgas, de la intolerancia del otro que ciertamente es muy diferente, pero es el otro.

Cuando se asumió el gobierno actual, el mismo Cuarón dio muestras de que el pragmatismo puede servir para algo y habló de lo irrealizable de las propuestas del corazón. Nadie se puede llamar a engaño en relación a las contradicciones que iban a aflorar, mucho menos desentenderse que los conflictos son la materia prima del ejercicio de la política. Esto es así porque se despreció, en favor de la facciosidad partidaria y afinidad ideológica, poner al frente de la institución a quien realmente no tiene, como dicen los patrones neoliberales, el know how.

Ahora que ando citando muchos santos, hace tiempo me encontré uno al que le aprendí una enseñanza, que invoco así: no estamos aquí en el ejercicio de la política para que nos entiendan los otros, sino para entender a los otros. Corral dice que es diferente y que no lo comprenden, está a un paso de decir que Chihuahua no lo merece.

Cuando esto es así, no debe haber extrañeza de que las calles ocupen el espacio que les deja vacío la poca destreza para hacer política y ejercer el poder.