Una de las múltiples maneras de invisibilizar una lucha ciudadana es eliminando sus símbolos. Así lo han intentado infinidad de ocasiones muchos gobiernos autoritarios, con el mismo talante del que administra hoy por hoy la derecha política establecida en Chihuahua, detrás de la sonrisa de la señorita María Eugenia Campos.

La historia nacional reciente revela incluso de que no solamente se ha intentado eliminar los íconos que hacen referencia a determinadas luchas sociales, sino que también se ha procurado arrebatar y hasta montarse en la narrativa, generalmente de izquierda, que suele –solía– encabezar las peleas contra la injusticia y el mal gobierno. Recuérdese, por ejemplo, cuando Fox se apropió del discurso de género sin actuar en consecuencia; en lugar de eso nos llevó al odioso “chiquillos y chiquillas” mediático mientras tildaba de “lavadoras de cuatro patas” a las mujeres mexicanas. Esa dosis la repitió Felipe Calderón –oootro panista– cuando en plena campaña prometía rebasar a la izquierda por la izquierda.

La señorita Campos al menos ha tenido la decencia, que se sepa, de no autodeclararse de izquierda. Y ni falta que hace, con la cantidad de niños y ancianos que besa diariamente y a quienes caciquilmente –aprendizaje priísta– les reparte cobijas y despensas desde la campaña que inició al comenzar su gestión como alcaldesa de la capital chihuahuense. Pero aquella decencia se desdibuja frente a su sombra autoritaria, pues es ella a quien nadie le cree el cuento de que ordenó quitar, para repintarlas, las cruces colocadas hace más de una década en la entrada norte de la ciudad y que recuerdan perseverantemente los crímenes de mujeres.

Maru Campos debió encontrar en Patricio Martínez al gurú en materia de destruir símbolos que incomodan, ahora que el exgobernador está a punto de no saber a dónde encaminar sus pasos post senatoriales. Fue Patricio Martínez el que mandó quitar hace ya varios lustros una Cruz de Clavos que, luego de repuesta, pervive en el corazón de las indignadas e indignados y se ha convertido en el núcleo concéntrico de quienes tienen algo que reclamar al gobierno en turno frente al Palacio de Gobierno.