En realidad, los diputados locales carecen de habilidades para resolver, a satisfacción de los representados –esta última palabra es un decir– hasta los asuntos más sencillos. La semana que concluye fue pródiga en ejemplos, que no viene al caso reseñar con detalle. Empero, lo que se puede construir con un consenso suficiente, como es otorgar un premio para distinguir a una ciudadana, se estanca de manera grotesca.

Si nos acercamos al problema encontramos que entre los diputados, especialmente los del PAN, priman los caprichos, las consignas, las venganzas y, en no pocos casos, el anteponer las convicciones personales para decidir, amén de la falta de oficio. Es de poca monta ocuparnos de una legislatura mortecina, si no fuera porque la reelección puede sepultar al poder Legislativo para los restantes tres años de este quinquenio errático.

Esto se exhibió, a los ojos de todos, con motivo de la entrega del premio a una chihuahuense de mérito. Tiene razón Isabel Encerrado, por cierto funcionaria corralista, cuando dice: “el proceso está (fue) amañado; es totalmente sucio”. Y luego se pregunta: “¿Para qué hacen una convocatoria?”, para luego contestarse: “nombren a quien les dé su gana”. Lo más lamentable es: “las diputadas, siendo mujeres, no respetan a otras mujeres”. Palabras que duelen, sin duda.

En el fondo, con la entrega de este premio, quedan mal los diputados con todo mundo. Con la sociedad, porque demuestran su ineficacia para tomar una buena decisión favorable a la que al parecer era la candidata viable para recibir el premio, precisamente también con esa candidata, que queda en calidad de despreciada sin necesidad alguna, y con la misma premiada, que en realidad más que una presea recibe un baldón.

Nada podemos esperar: entre el perrito de Nadia, anda el Congreso.