La señorita Palos en acción, mueve a la legión de las tinieblas y el fanatismo, la intolerancia y las “buenas conciencias” que encabezan, Laura Esperanza García Cota, Verónica Villalobos Grajeda y la propia Palos. Con ellas van todas las firmantes –reales o ficticias– del desplegado dirigido al señor Corral Jurado para que destituya a Emma Saldaña Lobera de su cargo en el Instituto Chihuahuense de la Mujer. El documento es en parte papel mojado, y en parte muestra de una realidad que se puede convertir en falange –el término les gusta mucho– de una confrontación que recuerda el surgimiento de nuevos fundamentalismos e integrismos, propios de las guerras de religión que ensombrecieron el suelo europeo luego de la gran reforma protestante, iniciada por Martín Lutero. La señorita Palos quiere su Noche de San Bartolomé, no contra hugonotes, sino contra un estado que abre paso a los derechos humanos y que, con base en laicismo, sostiene que la tolerancia es la base de la convivencia social y la crítica y la difusión de las ideas un derecho irrenunciable.

En esencia mueven a risa los argumentos. Podrían pasar por una buena humorada en pleno siglo XXI. Lo digo en atención al talante que transpira el pobrísimo texto que precede a las mil y tantas firmas. La sola publicación de una serie de videos, producidos por la organización “Católicas por el Derecho a Decidir” –leyó bien: católicas–, levanta la alharaca de que se atenta con odio en contra de la fe católica y, por si algo faltara, “de quienes las profesamos”. ¿Dónde, cómo, a qué hora? Dicen las abajofirmantes que se lacera la libertad religiosa y de conciencia, entre otras lindezas, para luego pronunciarse por el rentable asunto del aborto, y por esa vía no tan sólo piden se destituya a la funcionaria, sino que también pida disculpas públicas. No tardarán en pedir la cabeza del Papa Bergoglio.

En realidad, y viendo que entre las responsables está la señorita Palos, tengo para mí que se trata de un programa mínimo de las abanderadas del fanatismo. Ya que tuvieron para pagar –ingenuo, no creo que se las hayan regalado– dos planas completas de un diario de la capital del estado, de una vez y encarreradas, hubieran propuesto la erección del Santo Oficio, nombre que le asignó Pío X en 1908 a la antigua Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, fundada por Pablo III en 1542. Y que en 1965 Pablo VI le dio su nombre actual de Congregación para la Doctrina de la Fe. Hoy la Inquisición, particularmente la española, es precedente notable del nazismo.

Se dicen que aman la vida, pero les importa un bledo los cientos de muertos que han caído en nuestras ciudades a consecuencia de una guerra que todos los días reporta víctimas. Pero la venda que les cubre los ojos no les permite ver más allá de sus pestañas y su defensa fanática que cada día pierde terreno ante nuevas visiones de la religiosidad.

Las dos planas publicadas no tienen ni el mérito suficiente para figurar en antología alguna del peor dogmatismo clerical.

Seguro estoy que la funcionaria afectada no pedirá disculpas públicas, ni son quien para pedirlas las firmantes del desplegado –una, diez, cien, mil, las que sean– pues el gobierno debe desoír la petición por contravenir normas constitucionales. Y ha de hacerlo, a mi juicio, con argumentos de fondo, no con las superficialidades con las que apareció el funcionario público Víctor Quintana Silveyra (referencia a la pornografía, que de paso insinúa debe ser objeto de inquisición, sin más ni más).

Además, como en política la forma también es fondo, que en las ceremonias públicas dejen de aparecer –en burdo y aparente consenso– los curas católicos que le queman incienso al gobierno actual. Laicismo es laicismo y se reformó la Constitución para que la república fuera así.