No creo que haya nadie, con un ejercicio de razón, que esté a favor del maltrato a los animales. Aquí entrarían permisividades que van desde la fiesta brava de los toros hasta el legendario espectáculo de las pulgas bailarinas. Congruente con esa premisa, ni las peleas de gallos, de perros, el box, la lucha libre, las peleas de mujeres en pistas de lodo y tantos y tantos espectáculos degradantes deberían proscribirse. Es una vieja polémica cuyas conclusiones, en términos de razón pura, no esperan mucho para hacerse presentes.

Pero, para la diputada Nadia Siqueiros –se apresta a reelegirse– los canes son la especie preferida, la que hay que proteger del maligno que para esos cuadrúpedos es el hombre y la mujer mismos, que se dedican al espectáculo de la despiadada riña inducida para el goce y disfrute de quienes asisten a la deplorable exhibición.

Contra ellos hay que ir y aquí van desde propietarios de establecimientos, servidores en ellos, dueños de los especímenes y entrenadores de los caninos. Ella, la diputada, pudiera pasar a la historia como la mujer que amaba a los perros, cosa que nada tendría que ver en paralelismo de la obra de Paduro sobre el asesinato de León Trotsky, a manos de Mercader y que, por órdenes de Stalin, le atravesó el cráneo con un piolet. Me refiero a la novela El hombre que amaba a los perros. Pero esa es otra historia.

Lo de Nadia son las peleas de perros y, sin duda no está exenta de razones, aunque sí, de prioridades, y de prioridades que en el mismo género saltan a la vista como la lidia de toros (agárrense mataores y rejoneadores) o el espectáculo de los gallos, así sean de oro, que los hombres de la cultura llevaron a las letras, al cine con artistas de primer nivel, y cantos de la bella Lucha Villa. Y que me dicen de los pajaritos en cautiverio o de la pesca con dinamita o arpón. Nada, lo que importa es “el mejor amigo del hombre”.

Cuando el estado de Chihuahua es escenario de cientos y cientos de muertes por ejecución, de desaparición de personas, trata, prostitución, espectáculos degradantes de hombres y mujeres en centro de vicio y lenocinio, que existen a ciencia y paciencia de un gobierno y una sociedad hipócritas. Cuando todo esto sucede, Nadia sólo tiene ojos para los canes. Y no está mal, lo reconozco, pero está bueno el encaje siempre que no sea tan ancho, porque de prioridades a prioridades, unas están antes que otras y nada le abona a su presumida acción legislativa que sociedades protectoras de animales de otras partes del mundo aprueben sus acciones, en realidad muchas veces se trata de una filozoología que lava conciencias para vivir bien y degustar manjares.

Pero no es la primera vez que una voz panista en el Congreso hace estas cosas, efectistas: recuerdo ahora a aquel diputado que logró establecer en Chihuahua el “día del caballo”, del que nunca más se supo nada, como dice el corrido.

No está en su arbitrio, pero si los gallos y los toros pudieran manifestarse, ya estarían recriminando la discriminación de la diputada Siqueiros que, montada en sus perritos, va en pos de tres años más de dieta.