El panismo, a contrapelo de su retintín retórico, es –únicamente– un proyecto de poder. Originariamente comprometido con propósitos democratizadores (se alimentaba del anti-priísmo) ha caído en las mismas faltas que acusó en el PRI de los viejos tiempos, que por cierto, permanecen maltrechos.

Hoy en la escena chihuahuense podemos clasificar a los políticos del PAN con dos categorías y un común denominador: hay migrantes como Gustavo Madero Muñoz y Rocío Reza, que lejos de presentar credenciales de trabajo en favor del estado y en los cargos que le confirió el señor Corral, ahora pretenden trasladarse a escaños senatoriales. ¿Qué historias los respaldan? ¡Vaya usted a saber!; pero ellos, como las golondrinas, se quieren ir a veranear a la CDMX, con menos responsabilidades, si las comparamos con los retos incumplidos que implica el Chihuahua de hoy, donde fracasaron.

Luego llega la otra categoría de esta clasificación: los discípulos del añejo porfirismo que van por la reelección: unos en el Congreso, otros en los ayuntamientos. Creen que nos comemos ese maloliente tamal de la rendición de cuentas al someterse a la prueba del ácido de los comicios. En el caso de la señorita Maru Campos, ni qué decir, su ejercicio de gobierno ha estado fincado en la campaña permanente y colgada hasta en lo más nimio de la red social pagada. Bien dijo, a su tiempo, uno de sus encumbrados “compañeros” de partido: representa el refugio del duartismo.

En particular, los que no tienen pudor alguno son los aspirantes, de ambos géneros, que ya se anotaron para mantenerse por tres años más en la nómina del Congreso del Estado. Estuvieron en una vitrina, todos los vimos y hay un reproche generalizado en su contra. Los que más se escapan a esto son, quizás, los que simplemente se dedicaron a vegetar, es decir a ver la jeta del duartismo en la presidencia de la duartista Karina Velázquez, que acumula carpetas de investigación sin que la Operación Justicia para Chihuahua la alcance.

Esta Legislatura pasa a la historia con tonos de tiniebla: dependiente del Ejecutivo, claudicante a la hora de defender su autonomía, que defenestró eso que se llama división de poderes y al final hasta con muestras de racismo exhibido en opíparo desayuno.

Dos categorías dos. Justo como en las corridas de toros. El común denominador es que estos panistas realmente llegaron para escenificar el mismo drama que antes realizaron sus homólogos del rancio PRI. Cultura política mata partido, y sed de poder que abreva en la nómina, con mayor razón.

Chihuahua necesita un nuevo Plan de San Luis: “Sufragio Efectivo, No Reelección”.

Tienen la palabra los ciudadanos.