Firmada la transacción que puso fin a la caravana corralista –merece una reposada reflexión que dejo para después– de nueva cuenta la realidad cotidiana le toca la puerta al gobierno local. No está de más subrayar que el encanto que producen estas acciones, los discursos, gastar suela, sentir victorias, adormece la sensibilidad en torno a tareas que también obligan, en este caso las que se derivan de un mandato que implica hacer frente desde el gobierno a la abrumadora y aciaga cotidianidad.

En primer lugar el tema de la seguridad: en el pasado inmediato, es decir hace no más de tres días, hay varios sucesos, dos en especial, que nos gritan que la paz que se vive en Chihuahua es, si acaso, la de los cementerios. En un palenque, en un bar céntrico, en la ciudad de Chihuahua, los matones siguen actuando frente a la incurría gubernamental, con todo y las fuerzas federales que ocupa Chihuahua. Esto no lo remedia, obvio, los ojos adormilados del fiscal general, que podrían engalanar la edición del poema del “El seminarista de los ojos negros” de Miguel Ramos Carrión. Sumemos a esto que este baño de sangre viene asociado a la extraterritorialidad donde domina el crimen en grandes zonas de Chihuahua.

En otras palabras, la realidad aquí sigue, no se ha ido, y es obligado, por cierto, que forme parte de la agenda gubernamental demostrable con hechos tangibles, tan tangibles como un muro de hormigón.

No niego el quehacer político; lo que quiero decir, y subrayar, es que al gobierno actual le falta una hoja de ruta para que cumpla con sus obligaciones. Lo mismo los frijoleros que los lecheros, el campo y la ciudad, la seguridad en los penales y tantas y tantas cosas deben tener respuestas; porque ya los ciudadanos y ciudadanas de Chihuahua no saben qué puertas tocar. Antes llegaban a la Secretaría General de Gobierno, a la que se adosó el amorfo cargo por el que le pagan a Gustavo Madero Muñoz por dedicar su tiempo al activismo dentro del PAN.

Probablemente vengan cambios en el equipo corralista, migrarán algunos en la búsqueda de cargos de elección popular que no respaldan los hechos concretos por la estancia en el gobierno. Vendrán, si acaso, las riñas partidarias o la inercia se impondrá en los congresistas del PAN, que ya se aprestan a la reelección, como si tuvieran algo qué presumir.

Quizá vengan nuevas euforias –si hemos de creer a los políticos, ya no sabemos si vamos a la segunda o a la cuarta revolución– pero por lo pronto bienvenido el gabinete y su jefe principal a esta realidad despiadada que todos los días encobija o descobija o ambas cosas.