Ayer fue el turno de Bachíniva: incendiaron la comandancia de policía, asesinaron a un agente, hubo disparos durante tres horas, según la información que me hizo llegar un viejo amigo de ese histórico poblado. Es una evidencia más, entre cientos, de que padecemos una inicua guerra frente a la cual los gobiernos no tienen una respuesta que garantice bienes, seguridad de las personas y sobre todo el clima de la paz en el que florecen las óptimas actividades humanas, las que alimentan el desarrollo y elevan lo mejor de la cultura.

Ahora ni la simulación de una paz cosmética, revestida por las fiestas decembrinas, pueden ocultar el dolor y la sangre que chorrea en las ocho columnas de los medios, porque ya la antigua nota roja ocupa ese lugar.

Algo es evidente: el rotundo fracaso del estado y el gobierno. De la instancia municipal para qué hablar, sabemos que aun haciendo su mejor esfuerzo,nada logrará sin el concurso del gobierno local y el federal; pero estos son los que, en el fondo, han fracasado. Sustituyen el cumplimiento de sus obligaciones con fraseología barata y fanfarronadas. Recordemos que Javier Corral emplazó al famoso 80 a deponer sus actividades en un plazo perentorio, que seguramente sonó a humorada entre la delincuencia organizada.

Por otra parte, hay la pretensión de barnizar de legalidad la intervención de las fuerzas armadas que también han fracasado y ahora pretenden cobijarse con una Ley de Seguridad Interior que apunta a un agravamiento de las condiciones que vive el país, con presagios de dictadura e injerencismo castrense que, digan lo que digan, el constitucionalismo mexicano proscribe desde el lejano 1857.

Desde los estados no se han generado alternativas, con espíritu federalista, para encarar este problema; han sido ineptos para el establecimiento de policías profesionales y ha ido de tumbo en tumbo, como lo vemos en Chihuahua hasta ahora.

Los gobernadores de todos los signos creen que la ciudadanía come lecciones de competencia y nos recetan las palabrejas: “es del ámbito municipal”, “esto del estatal y aquello del federal”. Y lanzándose la pelota de un lado para otro de la mesa crece la violencia, la agresión a los patrimonios y la pérdida de vidas.

Sufrimos un federalismo de pordioseros: los gobernadores extendiendo la mano al centro y apoltronándose en sus proyectos de poder. Hace unos días Javier Corral produjo un tweet posicionándose contra la Ley de Seguridad Interior; días después su secretario general le enmendó la plana, o mejor dicho, hicieron su desfile de máscaras. Esto ya no puede seguir así por mucho tiempo. Tenemos que levantarnos en contra de los gobiernos comodinos, parásitos e ineficaces, para dar paso a una seguridad ciudadana, para que se ponga un freno a la negra noche que hemos vivido.

Chihuahua es un osario envuelto en sangre. Los vientos de Bachíniva lo dicen. Los gobernantes, ¿qué están esperando?, ¿que hasta las piedras griten?