César Duarte no es un mito, no es una narrativa, ni es la explicación de nuestro mundo a partir de un relato, como recién lo leí en materia que sí tiene que ver con esta triada. Considerarlo así sería tanto como hacerle un favor, o simplemente como argumento nulo para excusarse de responsabilidades. Duarte y su siamés Jaime Herrera es corrupción política, es delincuencia organizada de funcionarios para el saqueo de arcas públicas, es un expediente abierto en el que si se triunfa prevaleciendo el Estado de derecho, todos ganamos ,y si se fracasa, todos vamos a perder. El affaire Duarte no es una causa de una sola persona, ni materia para escribir memorias para los nietos.

El caso César Duarte puede parecer una especie de microcosmos de la corrupción que hay en el país, cosa menor que las patentes de impunidad de Peña Nieto no puedan salvar. Para los chihuahuenses, César Duarte es la denominación de un escándalo que nos permitió ver la naturaleza de las estructuras del poder estatal que tiene México. Hoy no está de más recordar que cuando se inició la lucha contra la tiranía el 23 de septiembre de 2014, se hizo una apuesta por la plena vigencia de las leyes, quizá una de las últimas apuestas por el Estado de derecho, en un país que al carecer del mismo se puede desbarrancar en una violencia desgarradora. Las condiciones están agravadas por una guerra en la que la anomia permite avizorar una circunstancia de barbarie.

Ese derecho es limitado y es el que hay, sin que esto huela a resignación. Pero con él se puede castigar penalmente a Duarte. Unión Ciudadana, sin intereses ocultos, carente de recursos, mantiene una batalla desde 2014 y la misma gravita hoy en dos expedientes: el primero es una averiguación previa ante la Procuraduría General de la República y que tiene por datos AP/PGR/UEAF/001/2014-09. Nótese que es el número uno abierto por una unidad del Ministerio Público de reciente creación; es un expediente fundacional. La PGR ha visto pasar como titulares cuatro abogados, contando al actual, y se ha tomado más de tres años sin concluir la tarea en cualquiera de sus vertientes. En otras latitudes un asunto como este se puede tardar unos cuantos meses, a lo más. Para mÍ, cada día que pasa son 24 horas de justicia denegada; tengo conciencia del país en que vivo y alguna vocación de político para continuar adelante, pero para muchos todo este tiempo significa, lisa y llanamente, que el brazo de la justicia no operará. Muy pocos porfiamos y decimos “sin embargo” para caminar de frente.

En esa actitud se interpuso demanda de amparo para exigir que la PGR se pronuncie. Estoy convencido de que el sentido tendría que ser poner en manos de un tribunal competente la causa penal, pero como es obvio, el desafío es a la institución para que lo haga. El expediente de amparo tiene estos datos: 667/2017 del Índice del Juzgado Sexto de Distrito en Materia Penal de la Ciudad de México y está fijada una audiencia constitucional para el próximo 6 de diciembre del año que fenece.

Es conveniente, por la importancia que reviste el caso, que demos un vistazo al informe que la PGR ha rendido en esta materia, aunque no por boca de su titular que ha evadido el bulto. Pero a final de cuentas se reconoce que hay una causa, que se está investigando, que hay diligencias por realizar, pero es evidente que se evaden dos aspectos centrales en el informe y que están planteados con toda precisión en la demanda de garantías.

El primero son los irrebatibles tres años que han transcurrido; esos no se borran con nada. El otro es la conexión que la averiguación previa tiene con la eventual solicitud de aprehensión de César Duarte con fines de extradición que inició Javier Corral, al alimón, que sostuvo su confianza en Peña Nieto y Raúl Cervantes. ¿Por qué preocupa esta conexión? Por la sencilla razón de que pudiera darse la circunstancia que sobre la misma se atropellaran todas y cada una de las posibilidades que la averiguación abierta a partir de 2014 –aunque el expediente se feche en 2015, incidencia burocrática menor– pudiera proporcionar para encausar penalmente a Duarte y Herrera Corral, si nos atenemos a una de las posibles interpretaciones del Tratado de extradición de nuestro país con el poderoso Estados Unidos de Norteamérica.

Es del conocimiento público de los chihuahuenses que Javier Corral hizo a un lado la averiguación que en su tiempo consideró robusta y soportada en una arsenal de pruebas. Hay oradores que por retórica no paran. Quizá las sinrazones lo convencieron de hacerlo así, pero lo que es irrebatible se ubica en el mal oficio político y en la impericia para sumar y amalgamar una causa con raíces profundas y con muchas aristas. Causa que, por lo demás, no ha alcanzado su clímax en los tribunales, pero sí en la realidad política y social.

El despertar ciudadano que provocó la denuncia de septiembre de 2014, luego la formal constitución de Unión Ciudadana el 28 de noviembre de ese año, es el precedente inequívoco de la derrota de la camarilla de César Duarte, Enrique Serrano y el PRI. Políticamente ya se ganó, los resultados están a la vista: Duarte huyendo y su partido en ruinas. También Jaime Herrara Corral tomando café en las oficinas públicas y piadosamente orando en los templos católicos.

El mérito de la derrota al PRI corrupto es de muchos, fueron incontables manos de hombres y mujeres los que edificaron y le dieron consistencia a una batalla con resultados inobjetables. El tema de su desenlace electoral y que se plasma con la llegada y formación de un gobierno panista es un tema a diseccionar, porque Unión Ciudadana, sin profesar la antipolítica, jamás se propuso ser ariete de un partido y quienes, contando con un instrumento de ese tipo, aprovecharon la circunstancia, lo hicieron legítimamente, porque estaba precisamente en el ámbito de sus derechos políticos. Jamás se les ha recriminado por eso, lo que se les reconviene es que una vez instalados en el poder se olvidaran de la causa ciudadana a sabiendas de que una visión de Estado –que sólo se le da a los estadistas– obligaba a hacer el más fuerte pronunciamiento en torno a la denuncia y expediente originales. No se hizo y eso ha concitado reproches irrebatibles a los que tienen tal diversidad de trajes y que un día se pueden poner uno, al siguiente otro, y así sucesivamente. Construyendo de paso el mito-narración-relato para justificar su incapacidad para gobernar. Una digresión: es impensable Churchill disculpándose por el poderío de Hitler: sabía que sus activos eran sangre, sudor y lágrimas para vencer y venció.

Este no es un juego para ver quién se cuelga medallas, quién se lleva los trofeos, quién los diplomas y quiénes las menciones especiales. Ver así las cosas de una parte es un simplismo aberrante, de otra una discolería y, lo más grave, para dar sólo tres aristas, una irresponsabilidad cuando se tiene una posición política gubernamental como la de Javier Corral, participe de Unión Ciudadana hasta el momento en que decidió abandonarla en términos realistas; de ninguna manera me refiero a la anécdota en que se resume la noticia de su separación.

De dentro y fuera del estado, por filias e intereses políticos en unos casos, y en otros por falta de talento y mezquindades, se dice que el que esto escribe está en la batalla, cosa que es cierta y ahí permanecerá sin duda. Pero hay otros que señalan que estoy perdido. Si así fuera, tengo para mí que no tomaría como derrota el que la justicia de este país pusiera un dique infranqueable para proteger a César Duarte y Jaime Herrera, porque sería tanto como desconocer donde he vivido toda mi vida. Para mí la preocupación es la derrota en ese expediente; si así quieren llamarla, sería entonces el fracaso de los chihuahuenses y los mexicanos, porque es a ellos, realmente, a quienes se les estaría infringiendo el agravio, el daño. Fácil de entenderlo.

Quizás valga esta explicación personalísima: un día uno de mis hijos me dijo que si hubiera leído tempranamente “Matar un ruiseñor”, de Harper Lee, hubiera comprendido mejor a sus progenitores, porque ahí encontró este trozo: “Quiero decirles solamente que en este mundo hay hombres que nacen para evitarnos los trabajos desagradables. Vuestro padre es uno de esos hombres”.

Y es cierto, no todos van a la guerra, no todos van a la revolución, no todos van a la reforma, aunque los que van lo hacen por todos, y cuando pierden, pierden todos.